jueves, 28 de abril de 2011

Lanzamiento de libro Coronel 8.8

En las líneas que siguen publicamos la presentación del Sr. José Miguel Hidalgo Alarcón, con motivo del lanzamiento del libro Coronel 8.8 y la celebración del día del libro en la Biblioteca Pedro Mariño de Lobera, de la Ilustre Municipalidad de Coronel.
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Señoras y señoras, jóvenes estudiantes:

En primer término, tengo que agradecer al Comité Creativo de la Casa de la Cultura por esta invitación a participar de este evento consistente en la celebración del día del libro y el lanzamiento de la obra colectiva, publicada por la Ilustre Municipalidad de Coronel, con crónicas, relatos y cuentos del terremoto del 27 de febrero de 2010, bajo el nombre de Coronel 8.8. A mis amigos de la Casa de la Cultura, mis sinceras gracias.

Desde que el hombre apareció sobre la tierra, ha necesitado traspasar sus experiencias y conocimientos a las nuevas generaciones. En un principio habrán sido relatos contados una y otra vez alrededor de una hoguera, donde las hazañas de olvidados cazadores y recolectores formaron dibujos en las constelaciones del cielo nocturno. Con la invención del lenguaje escrito, la humanidad ha acumulado el pensamiento individual y colectivo multiplicando su difusión a través de los milenios, lo que nos ha conducido al actual desarrollo de la especie: las normas legales, el pensamiento filosófico, los conocimientos científicos y la literatura de nuevas y viejas culturas se encuentran a nuestro alcance merced a los libros y sus nuevas manifestaciones, como parte inseparable de la globalización planetaria.

En los libros y sus nuevos soportes reside el conocimiento de toda la humanidad, como una reserva creativa para todo quién busque en el pensamiento de otros seres humanos, ideas o información que muchas veces yace dormida en los rincones olvidados de la existencia cotidiana.

Todo libro requiere de un lector, sólo así será útil la idea del autor, y eso significa adoptar una actitud dispuesta a entablar una casi mágica comunicación con la mente de quién escribió, no importando las barreras temporales. Es así como muchos de nosotros recordamos las singladuras de Odiseo, navegando sobre las espumas de los mares griegos; la epopeya hispana cabalgando junto al Cid Campeador por los campos de batalla en Andalucía, oyendo entre el fragor del combate el chocar de la Tizona sobre los escudos enemigos; las andanzas del Quijote y Sancho Panza bajo el sol manchego; la emocionante historia de amor de Romeo y Julieta, unidos en la muerte, unidos en la eternidad.

Los libros nos hacen mejores, siempre abren nuevos caminos en este mundo cada vez más complejo y siempre lleno de esperanzas. Sin embargo, hace falta aún más libros y con ello muchos nuevos lectores. Nunca en la historia de la humanidad, han existido más autores y publicaciones de todo tipo al alcance de quién quiera leer; podemos afirmar que estamos en la Edad de Oro del libro y la lectura. Sin embargo, nuestros índices de lectura no son altos, sino más bien mediocres y ello complica el futuro del país como un todo. Necesitamos lectores urgentemente.

La publicación de un libro no es una cosa fácil. Tiene costos que para un autor o escritor falto de caudales lo dejan fuera del mercado. Si ha eso agregamos un público sin hábito lector y que prefiere gastar su dinero en otras entretenciones, el campo de los autores se desvanece sin remedio.

Aquí está el mérito de esta iniciativa de nuestra Municipalidad que, comprendiendo esas dificultades pone a disposición de toda la comunidad un nuevo libro, un libro que le pertenece a la ciudad, con historias de su pueblo y de sus gentes, donde reconocemos nuestros errores y virtudes, dejando además un testimonio de lo vivido para las futuras generaciones.

Hoy nace un nuevo libro, esta vez compuesto íntegramente por los escritores de Coronel que sensibles a los efectos del mega sismo del 27 de febrero de 2010, decidieron relatar vivencias, a veces personales y otras fabuladas en forma de cuentos sobre las impresiones del evento que nos cambió definitivamente la vida a todos nosotros. Junto a los relatos se han incluido fotografías obtenidas luego de ocurrido el sismo, transformándose en un documento histórico donde el tiempo se encargará de valorar las percepciones de quienes en mayor o menor medida pasaron la prueba que el reloj geológico puso en acción aquella madrugada. En este punto, debo agradecer cordialmente a los autores de los relatos y fotografías y a quienes participaron en la composición del libro.

Todos, como quién les habla, despertamos bruscamente esa madrugada y tendrán en el recuerdo los angustiantes minutos que vivimos en la incertidumbre de un fenómeno absolutamente incontrolable. A los primeros segundos de iniciado el sismo, surgió la pregunta que ya hace largo tiempo estaba sin respuesta: ¿Es este el grande que estábamos esperando? Tras otros segundos más de brutales vaivenes y ruidos subterráneos no me quedó duda alguna e imposibilitado de hacer nada más, me resigné a esperar lo que tuviera que ocurrir. Estaba viviendo el gran terremoto.

El interminable convoy, estrepitoso como mil toneladas de trenes se retorció en mi habitación. Mi lecho era un pobre barco de papel que se hundía en pavoroso huracán, agitado por vendavales de trombas subterráneas.

Los relámpagos eléctricos de cobres bailantes, centelleaban en intermitente sucesión. Todo parecía gritar en mi rededor.

Y al disminuir la maestranza su trabajo en paroxismo de vaivenes, estruendos y temblores, por fin pude sostenerme en pie para iniciar el control de daños. La agitada corteza terrestre parecía dispuesta a no parar de vibrar y aún puedo recordar el fragor y ruido de la tierra embravecida.

Lo que siguió fue lo que todos habrán sentido en ese instante, la incertidumbre de todo. En oscuridad y voces de urgencia, mantenía la sensación de que aún estaba en medio del desastre bajo la intermitencia del suelo bamboleando en réplicas bajo los pies. Nada parecía estar en su lugar y la escala de lo sucedido abría la posibilidad de algo peor: el Tsunami. La urgencia de huir era más fuerte que mantener la cordura y pensar con serenidad. En ese instante habremos retrocedido a la condición de los primitivos humanos, cuando ante lo desconocido y el peligro habrán actuado conforme al instinto básico de la supervivencia.

Cada uno de nosotros tiene una historia personal de esos momentos, y sin lugar a dudas podrá rememorarla al leer las crónicas, relatos y cuentos, junto a la visión de las fotografías del libro Coronel 8.8.

Si hay una verdad, es que nadie está preparado para un mega terremoto. Todo aquél que se encuentre en el lugar geográfico donde se produce tan descomunal acontecimiento, no tiene más remedio, según las circunstancias sino esperar que la tierra detenga sus convulsiones. Nuestro sismo, de proporciones y efectos planetarios pasó de un año a otro a ser el sexto más violento en la actual historia de la humanidad. El desastre en el Japón, aún de consecuencias imprevisibles y que se encuentran en desarrollo, pasa a ostentar el quinto lugar en el ranking de magnitud en energía liberada. Tristes marcas para nuestras naciones ubicadas en el cinturón de fuego del Pacífico, el lugar más inestable del mundo.

El evento del 27 de febrero de 2010 volverá a producirse algún día. Podemos estar ciertos que eso no ocurrirá mañana, pero no debemos olvidar que vivimos al borde del Océano Pacífico, en una estrecha franja de tierra apretada contra la majestuosa cordillera de Los Andes, que algún día surgió desde el fondo marino por la inmensa presión de la Placa Sudamericana y la Placa de Nazca.

Lo que viene después de tanta destrucción es salir adelante y recomenzar muchas veces desde cero. No es una tarea fácil.

Las necesidades son muchas y los recursos escasos. Espero que este tema sea motivo de otros futuros libros, los relatos de la reconstrucción y las nuevas esperanzas.

El ensayista y periodista francés Tibor Mende, al escribir sobre Chile decía que, cuando el Señor Creador de todas las cosas había terminado de darle forma y vida a la tierra, justo en el momento en que se disponía a tomar su descanso, recibió la visita del Arcángel a cargo de las obras, quién le informó sobre algunos materiales sobrantes no sabiendo que hacer con ellos. El Todopoderoso cabalmente contrariado por la falta de cálculos de sus ingenieros celestiales, ordenó tirar todos esos materiales en algún rincón del mundo recién construido.

Volaron raudos los ángeles alrededor de la tierra y luego de una rápida inspección, el Comité Creativo Encargado creyó dar con el espacio perfecto. A una orden del Arcángel Ejecutor pusieron todos los elementos encajonados entre Los Andes y el Océano Pacífico, aquí, al fin del mundo.

A este lugar vinieron a dar desiertos, bosques, valles, ríos, volcanes, calor y frío, playas y todos los animales y cosas sobrantes de la creación.

Los ángeles se dieron por satisfechos y batiendo alas se fueron a acompañar el descanso de Dios Creador.

Habían formado nuestro Chile, hermoso, pleno de recursos y paisajes, con el potencial de desarrollar en los tiempos venideros a los chilenos de hoy.

Lamentablemente, los ángeles eligieron el sitio donde pugnan las gigantescas fuerzas geológicas de la tierra y con ello marcaron para siempre nuestro sino, que consiste en vivir en uno de los lugares más cautivantes del planeta, pero prisioneros de sus permanentes y eternas transformaciones.

Una cosa es cierta: La corteza terrestre se desplaza.

Muchas gracias.