viernes, 14 de agosto de 2009
Resultado del Primer Concurso del Cuento de Coronel
Los Gatos del Puerto
Experiencias de un Ballenero
Continuidad de un Agosto
Turismo Aventura
Los Copuchentos del Hospital de Maule
El Juicio Condenado
De ayer, hoy y mañana
El León Humano
Al Calor del Chinchorro
El Olvido
Estas diez obras serán motivo de un libro, el que se encuentra en proceso de impresión.
El ordenamiento del listado es aleatorio y no supone calificación o clasificación de prelación.
En breve se dará a conocer los nombres de los autores de estos cuentos que retratan el pasado, presente y mañana de la ciudad de Coronel.
(La foto corresponde a la bendición de la recién inaugurada población de Camilo Olavarría).
viernes, 31 de julio de 2009
Presentación
Esta página publicará la totalidad de los trabajos recibidos en la Casa de la Cultura de Coronel en forma de respaldos digitales. Se subirán a la red global tal como fueron entregados por los autores, de modo que no existe una revisión previa del material publicado. El orden en que se publican en este blog no corresponde a ninguna forma de calificación y es completamente aleatorio.
La propiedad intelectual es de los autores, en consecuencia, cualquier copia, divulgación, utilización o publicación por cualquier medio, debe ser autorizada por sus creadores.
Los diez mejores trabajos serán premiados con la publicación de un libro. Los autores recibirán diez ejemplares del libro resultante en una ceremonia especial presidida por el Alcalde de la comuna de Coronel.
De ayer, hoy y mañana
Por René Escárate
El hombre se detuvo en mi pequeño puesto de revistas y libros usados y me consultó si tenía el libro “El ultimo grumete de la Baquedano”, recordé que tenía uno por ahí, lo busqué y se lo alcancé, lo tomó, y se quedó mirando unos momentos la portada que estaba bastante descolorida.
Está bastante trajinado ya, si quiere le puedo hacer un buen precio para que lo lleve- le dije utilizando mi archirrepetida técnica para lograr una venta cada vez que esta se vislumbraba probable. El sujeto se sonrió levemente sin decir nada y sin despegar la vista del libro. Se trataba de un tipo alto, fornido, de gruesos mostachos de color blanco al igual que su larga cabellera, que descansaba en un moño que le llegaba hasta los hombros, le calculé unos 65 años, pero con una energía en sus movimientos de un hombre diez años más joven.
¿ A leído este libro por casualidad?- me interrogó de pronto alzando la vista.
No, no lo he leído, pero el otro día vi la película en la tele- le respondí
Si pero no es nunca lo mismo- me contestó un poco desalentado
¿Por qué razón me lo pregunta?- le inquirí intrigado
No, no es nada importante- me respondió tratando de restarle importancia al asunto
Pero ya me había entrado el bichíto de la curiosidad y como siempre me pasaba en estos casos, quise indagar mas sobre el tema, sospechando que el hombre tenía una historia mas que interesante que contarme.
Si me preguntó si había leído el libro es por algo, seguramente su historia tiene algún significado para usted, o le trae algún recuerdo- insistí
El hombre me quedó mirando unos instantes, como meditando la respuesta, luego se decidió y me dijo dejando traslucir cierto cansancio en sus palabras.
no mi amigo, no quiero aburrirlo con mis historias de hombre viejo
no se preocupe, no me aburriré, todo lo contrario estoy expectante por escuchar lo que tenga que decirme- le respondí con ávido interés
El sujeto comenzó a juguetear con sus mostachos un tanto dubitativo, parecía estar ordenando sus ideas, recordando todo desde el principio, tuve la impresión de que su mente vagaba por un pasado bastante lejano, luego se sentó a mi lado, me estrechó su diestra y me dijo:
- La verdad es que mi historia es bastante larga y me gustaría comenzar por el principio, ¿ no sé si usted tendrá tiempo para escucharme?
Tengo todo el día disponible, salvo cuando llegue algún cliente, así que no se preocupe- le respondí sonriendo.
Bueno, en realidad mi historia tiene cierto parecido con la del libro. Mi nombre es Luis Ojeda, nací hace casi 70 años en la población el Faro en el pueblito de Schwager, mi padre como muchos hombres de la zona, trabajaba como barretero en la mina, tuve dos hermanos, un hombre y una mujer y yo era el conchito, pero como mi padre era alcohólico, no fui como se acostumbra el regalón de la casa, todo lo contrario, desde muy pequeño, después que salía de la escuela, acompañaba a mi madre al tumbadero a buscar carbón, el cual separábamos de la tosca y luego se lo vendíamos a un hombre que venía todos los días con un camión a comprar lo que lográbamos reunir; allí nos juntábamos con otras familias que también andaban en lo mismo, ya que los puntales de la casa tenían el mismo problema del trago. La empresa del carbón nos proporcionaba a las familias de los mineros, la vivienda, la luz, el agua y el gas pero siempre había necesidades urgentes que atender, ya que mi padre tomaba mucho y su responsabilidad con la casa era bastante precaria, estando ya un poco más crecido dejé los estudios y comencé a trabajar en la venta de pescado por las calles de Coronel. Cuando mi hermana cumplió los 18 años, se casó y se fue de la casa, mi hermano por su parte ingresó a la mina, (la cual nunca me gustó, prefiero ser marino le decía a mi padre cuando este me conminaba a trabajar en ella) y también cayó en el tema del alcoholismo, “ Hay que tomar vinito tinto con harina, pa votar el carboncillo de los pulmones” decían y se mandaban los huascazos.
Cuando cumplí los veinte años me casé, tuve una hermosa hija, a la cual llamamos Catalina, mientras seguía en la venta de pescado, negocio que en ese entonces era bastante rentable y me alcanzaba para sobrevivir, pero yo quería algo mas, quería ser otra cosa, pero con el estudio que tenía, segundo humanidades en esa época, a bastante poco podía aspirar, fue por ese tiempo, en el año 62 si mal no recuerdo que Un día llegó un amigo a visitarme, el cual trabajaba de marino mercante y me comunicó que en un barco carguero, el”Alborada” necesitaban un cocinero con cierta experiencia.
Pero yo no tengo experiencia gueonó, apurao le he ayudado a mi vieja a pelar papas- le respondí un tanto desconcertado, pero él me contestó que fuera a probar suerte no mas, “lo que se necesita para esto es audacia y decisión, allá les mentís un poco no mas y listo, como sabís si le pegaí el palo al gato” me dijo, la verdad fue que no la pensé mucho, agarré papa y partí apresuradamente pa lo Rojas, me presenté ante los mayorengos con tanta suerte que sin mucho tramite me contrataron como ayudante de cocina, lo cual me vino de perillas para ir ganando experiencia, corría el mes de Octubre del año 62 y yo con 22 años a cuestas y en forma casi imprevista comencé a navegar por el litoral, recorrí todos los puertos del norte en los cuales descargábamos carbón Ahí me cambió la vida en todo sentido, se me terminaron de un paraguazo los problemas económicos. El anciano suspiraba y le brillaban los ojos de emoción al recordar aquellos, seguramente momentos sublimes, aquél pasado dorado de su vida, la mañana transcurría lentamente, era día domingo y la gente concurría un poco mas tarde de lo normal a hacer las compras del día, el verano estaba en su apogeo y los turistas hacían sentir su presencia en las calles luciendo trajes livianos, gafas y grandes sombreros playeros.- tiempo después, cerca de un año mas tarde- continuó- estando yo en Mejillones, me embarqué en el Arkansas un carguero norteamericano que transportaba cobre a su país y a Europa, ahí conocí prácticamente todos los puertos del mundo, las ciudades mas famosas como París, Roma, Berlín y Londres, en esos tiempos gané y derroché bastante dinero, es que uno cuando es cauro como que se encandila con las maravillas que hay en el mundo.
Y todo eso solamente con octavo básico en el cuerpo- lo interrumpí sonriendo levemente.
Con segundo humanidades, así suena mejor- me corrigió- la verdad es que tuve bastante suerte, aunque para ser sincero, en esos años no era tan necesario que uno tuviera mucho estudio, bastaba saber algo que fuera de utilidad en la nave, un poco de suerte, y un espíritu emprendedor y aventurero a toda prueba. Cada dos meses mas o menos retornaba a Chile, a mi querido Coronel y por supuesto a Schwager mi añorado terruño. Visitaba a mi madre y al resto de mi familia y aparte de dejarles dinero les traía siempre algún engañito a cada uno, a mi esposa que vivía con mi hijíta en Coronel junto a sus padres, les hice construir una hermosa casa en el inmenso patio que tenían estos en santa Elena. Así transcurrió mi vida, plácidamente por algún tiempo, pasaron los años, y los pocos días que pasaba con mi familia los disfrutaba al máximo, sobre todo con mi esposa y mi hija, pero como todo lo bueno no es eterno, de un día para otro todo eso cambió, todo se derrumbó como quién echa abajo una muralla, fue como entrar de rompe y raja en las profundidades de una pesadilla, de esas que no puedes despertar, y de las que cuesta una eternidad sustraerse.
En esta parte del relato la expresión de su rostro cambió, la chispa que brotaba de su semblante desapareció, hizo una pausa, tosió un poco seguramente producto de la carraspera que le provocaba el cigarro, que a todo esto iba como en el quinto o sexto ya y luego continuó.
Un día nos llamó el capitán, a mí y a otros tripulantes chilenos, nos encontrábamos en el puerto de Brujas, en Bélgica, a bordo del Dunquérque, un carguero francés que desplazaba mas de 50 mil toneladas. Nos dijo con una seriedad desacostumbrada en él y que nosotros captamos inmediatamente que se trataba de malas nuevas, de que en Chile se estaba produciendo en esos momentos un golpe militar bastante serio y que por las informaciones que se manejaban, no había seguridades para nadie, y por lo tanto si alguno de nosotros no deseaba seguir a bordo, (debido a que el barco zarparía en pocos días con destino de Caldera), el lo entendería. En ese minuto se me vino el mundo abajo, me negaba a creer que fuera cierto lo que acababa de oír, estuve meditando largo rato la situación y luego llegué a la conclusión de que en ese estado de cosas, yo no podía volver al país ya que en mis años mozos me había inscrito en un partido de izquierda, y aunque nunca había participado en nada contingente, estimé que era demasiado riesgoso volver, así que renuncié a mi trabajo por primera vez en casi doce años y junto con otros dos tripulantes, abandonamos el buque y quedamos varados en tierra, ahí comenzó mi calvario y desde ese día perdí de vista a mi familia, el contacto se hizo extremadamente difícil e incluso para enviar dinero era complicado porque no había ninguna seguridad que llegara al destino deseado. Con mis dos coterráneos nos fuimos a una pensión de segunda clase ubicado en un suburbio de la ciudad, a esperar nuevas noticias con la esperanza de que todo se solucionara pronto y por si salía algo de pega, no puedo explicarte lo que sufrimos esos meses y el hecho de no saber nada de nuestros familiares era algo difícil de sobrellevar, por otra parte el dinero comenzaba a agotarse mientras languidecíamos de ansiedad en un país extraño. Hasta que por fin cuando ya los recursos se extinguían, saltó la liebre y nos embarcamos en un carguero de poco tonelaje, que hacia trayectos mas que nada en puertos de Europa, en donde ganaba menos dinero pero por lo menos tenía un trabajo. Como dominaba un poco el idioma francés me estacioné en Amberes, segunda ciudad de Bélgica. Me encantó echar raíces allí porque quedaba cerca de todo, estaba a 40 minutos en auto de Bruselas y a dos horas del puerto de Brujas. Poco a poco me fui habituando a mi nueva vida, como así mismo y aunque paresca extraño, el dolor que sentía por no ver a mi familia poco a poco se fue suavizando, sobretodo después de conocer a Florentina, una dama de origen francés, 10 años menor que yo, nos llevábamos de maravilla, era una mujer muy virtuosa, sensata e inteligente, y todavía no puedo explicarme como un hombre de modales rústicos como yo con una educación tan exigua, pudo conquistar a una mujer tan fina, con gustos tan refinados y con una espiritualidad tan inmensa. La conocí a finales del año 75, ella trabajaba de cajera en un restorant en Bruselas y desde el primer día que la vi quedé deslumbrado por su belleza, me enamoré perdidamente y comencé una nueva vida
¿Que pasó con su familia aquí en Chile, volvió a saber de ellos?- le pregunté un tanto desconcertado.
El hombre suspiró profundamente mientras le daba una larga pitada a su enésimo cigarrillo, lanzó una ligera mirada a su entorno como buscando la respuesta en él, ya que al parecer el mismo no la tenía muy clara, tiró la colilla, la cual aplastó con cierta rudeza con un zapato como queriendo darme a entender que le incomodaba la pregunta, luego me respondió con voz apagada y quejumbrosa.
- mi padre murió el año 72 de un paro cardiaco, alcancé a venir a su funeral, mi madre lo hizo el 77 luego de padecer una larga enfermedad, hasta el día de hoy me arrepiento por no haber estado en sus exequias, pero no me atreví a venir, creo que fui un cobarde, Con respecto a mi esposa y mi hija, me porté mal, como un canalla, como nunca hubiera pensado comportarme así, en los primeros años mandé dinero como pude en algunas ocasiones, lo hice sin mucho entusiasmo, casi como por obligación, luego me enteré por algunos amigos marineros que encontré en el camino, que mi hija se había casado tempranamente y que se había ido de la casa, también me dijeron que mi esposa había iniciado una nueva vida con otro hombre, ahí me di por enterado que se había cortado el último vestigio, el ultimo lazo que pudiera haber quedado entre ambos, y no supe mas de ellos.
Bueno entonces no debiera sentirse tan culpable después de todo, yo creo que ambos, fueron mas que nada víctimas de una circunstancia que escapaba a su control, como debe haberles sucedido a tantos otros –le dije tratando de animarlo
Tal vez, puede ser, realmente no lo sé.
Bueno, ¿ pero dígame entonces? ¿qué pasó con Florentina? su otra pareja, ¿tuvo hijos con ella? ¿vive aún con ella en Bélgica?
No, ya no, pero te sigo contando- me dijo con tono melancólico- nos fuimos a vivir a Amberes a una hermosa casa que compramos entre ambos, ella siguió trabajando de cajera en el restorant y yo en lo mío, tuvimos dos hijos Luis Alberto y Cristina y vivimos felices por muchos años, no puedes imaginarte lo felices que fuimos, recorrimos toda Europa, nos dimos todos los gustos que una de familia de clase media se puede dar.
- ¿me imagino que sus hijos deben ser adultos ya, todos unos profesionales?
- Correcto, gracias a Dios pudimos darles una buena educación, ella es enfermera universitaria, está casada y vive con su marido en Amsterdam Holanda y mi hijo trabaja en la marina mercante Belga, está soltero aún y vive en Bruselas, en el año 92 me jubilé y Florentina lo hizo un par de años mas tarde así que imagínate lo que fue nuestra vida a partir de ese momento.
¿Cómo pudo pensionarse allá, usted es chileno?- le inquirí ignorante
bueno, lo que pasa es que me nacionalicé belga, tengo cédula de identidad y documentos de ese país- me contestó sonriendo levemente por mi ignorancia, luego sacó su billetera y me enseñó sus papeles
¿Qué sucedió con su esposa, se separó o?- le pregunté atolondradamente casi sin pensar
El anciano suspiró profundamente, era indudable que esa pregunta le provocaba un gran dolor, me arrepentí de haberle preguntado algo así y de esa manera tan brusca.
-El año pasado le detectaron un cáncer hepático - empezó diciendo- del cual no se pudo recuperar, duró tres meses y luego falleció en mis brazos- me respondió un tanto desconsolado y con una rebelde lagrima resbalándose por una de sus tostadas mejillas, luego añadió con cierto pesimismo- como puedes ver mi vida es una desgracia, todo lo bueno que consigo, se desvanece entre mis manos.
No lo creo tan así, yo lo veo de esta manera, si su pareja a partido es porque le había llegado su hora, es la ley de la vida tarde o temprano tenemos que dejar este mundo, y además aún le quedan sus hijos, ¿los ve de vez en cuando no?
Si de vez en cuando vienen a verme y Cristina me trae a mis nietos que son unos adolescentes ya, tal vez tengas razón, quizás no todo a sido tan malo para mí, tengo una excelente pensión allá, una amplia casa de dos pisos con todas las comodidades necesarias, tengo una empleada que me atiende, en fin tal vez deba conformarme con lo que tengo y no ser tan desagradecido de dios, pero tu no sabes lo que es pasar largas jornadas en soledad en una casa inmensa, viviendo de recuerdos, eso te mata mas que cualquier otra cosa.
¿Me imagino que su venida a Chile tiene que ver en parte con la soledad que siente?- le interrogué pecando nuevamente de entrometido
Si, algo de eso hay, cuando falleció Florentina la soledad comenzó a abrumarme, entonces empecé a pensar en mis raíces, yo sabía que mis padres habían muerto hacía bastantes años ya, pero aún quedaban mi hermano, mi hermana y mi hija Catalina
¿Pero por que nunca vino a visitarlos antes?, la democracia llegó el año 90, ya no tenía ninguna excusa ni nada que temer, incluso creo que hasta pudo haber venido un poco antes.
- la verdad es que no tengo una respuesta clara para eso, me olvidé de ellos no mas, inicié una nueva vida en Europa y el pasado como que se volatilizó en mi mente, y ahora no sabes lo que me arrepiento, no sabes lo que me cuestiono todos los días por mi manera de actuar, pienso que fui bastante egoísta, hasta el día de hoy me analizo y no le encuentro una explicación razonable a mi comportamiento, pero este verano me decidí a venir, a enfrentar lo que fuera, quería saber algo de lo que queda de mi familia, sobretodo saber de mi hija, después de tantos años me bajaron unas ganas locas de verla, de saber como estaba, y de ayudarla si necesitaba algo.
¿Y que pasó, la encontró?
Cuando llegué hace unos días atrás, me fui directo al lugar donde vivía con sus abuelos antes que se casara, donde yo había construido la casa allá en Santa Elena. La vivienda estaba casi igual que la ultima vez que estuve ahí, pero había otros dueños y nadie conocía a mi hija y de mi ex esposa dijeron que lo ultimo que supieron de ella, era que se había ido a vivir a Chillan, no estuve mas de 15 minutos allí porque los recuerdos comenzaron a inundarme y un nudo comenzó a apretarme la garganta.
El hombre hizo una pausa mientras encendía otro cigarrillo, al tiempo que yo atendía unos clientes, lo observé ligeramente, estaba mirando al piso pensativo con su mano izquierda apoyándose el mentón mientras aspiraba el humo, tuve la sospecha de que, lo que me iba a decir a continuación, era tanto o más desolador que lo anterior, lo peor de todo era que de alguna manera me estaba traspasando su dolor, me estaba inyectando con una jeringa invisible, parte de su desconsuelo, pero quería seguir escuchándolo, quería saber todo hasta el final por muy triste que fuera y al parecer el también quería contármelo todo, porque en ningún momento hizo amago de irse, todo lo contrario, estaba instalado ahí, en ese rincón, a un costado de mi puesto, estático, como pegado al piso, como un mueble viejo que se deja por ahí y no se mueve, hasta que alguien se acuerda de él y lo traslada. Era indudable que el hombrón necesitaba desahogarse con alguien, para alivianar un poco su pesada carga emotiva, carga que no le dejaba respirar con tranquilidad, ver el azul del cielo, ni el planear de las gaviotas, y había encontrado en mi, tal vez en su opinión, a un buen receptor.
De ahí me fui a Schwager, - continuó- mi viejo y querido terruño en donde corretié tantas veces por sus cerros con otros mozalbetes de mi edad, estaba bastante cambiado todo, mucho mas crecido pero aún quedaban rasgos de aquella época, viejos edificios que marcaron mi niñez y sobretodo mi adolescencia, como por ejemplo el gimnasio, del cual solo quedan sus paredes exteriores en pie, como mudos testigos de tantas jornadas alegres que viví en su interior, fue allí donde conocí a Lucía, mujer que a la postre se convertiría en mi esposa, en un baile organizado por la compañía de bomberos, recuerdo nítidamente esa noche, como olvidarla, la amenizaba la orquesta “los Murciélagos” y se bailaba al ritmo del cha, cha, cha y de la guaracha, las jornadas de basquetball y de boxeo también eran sublimes en ese lugar, la parroquia en donde hice mi primera comunión, como olvidarla, me alegré de verla aún incólume, el economato, el viejo economato, en esa época era como falabella, tenía de todo y los mineros compraban ahí sus mercaderías con fichas si mal no recuerdo, ahora en su añoso interior existe un negocio de abarrotes, que en realidad es como un saludo a la bandera hacía esa época, también pude comprobar con suma tristeza, que algunas estructuras ya no existen como tales, fueron derribadas, como es el caso del cine, cuantas matinée vi allí creo que nunca lo sabré, otro edificio que ya no está es mi escuelita, mi vieja escuela 14,al parecer fue trasladada a otro lugar, los pabellones donde vivíamos tampoco están, también fueron derribados y en su lugar se erigieron otras edificaciones, en fin, te juro que me sentí un poco abrumado al recordar tantas vivencias en esas fantasmales construcciones. Luego me dirigí al barrio donde vivía pero tampoco encontré a nadie, había casas nuevas con rostros nuevos y hasta casi te diría que me miraron como bicho raro, me dijeron eso si que por lo que sabían, la mayoría los antiguos lugareños habían muerto, que solo quedaban dos o tres de ellos viviendo en las cercanías y que probablemente podría ubicar a alguno en el Club deportivo Arauco.- ¿Como todavía existe el club Arauco?- pregunté sorprendiéndome gratamente.- Si solo que ahora lo cambiaron de lugar, se encuentra ubicado ahí en medio de los departamentos – me respondió uno de mis interlocutores. Me despedí rápidamente de ellos agradeciéndoles la información y encaminé mis pasos hacia ese lugar, por el bullicio que salía desde su interior, no me costó nada encontrar la sede, entré por una puerta lateral, y me encontré con una multitud de parroquianos que presenciaban la disputa de un partido de rayuela, entre el equipo local y uno visitante, la algarabía que había era descomunal y los simpatizantes de cada equipo, celebraban los puntos de los suyos ruidosamente y acompañaban sus vítores bebiendo vino tinto y del otro. Desafortunadamente no vi a nadie que me resultara conocido, la mayoría de los que allí se encontraban no superaban los cincuenta años. Un hombre de cabello y barba blanca pero joven aún que al parecer las oficiaba de arbitro, se me acercó y me preguntó si buscaba a alguien, “si le respondí, busco a algún socio pero de los más antiguos, ojalá cercano a mi edad,” -¿ qué edad tiene usted mas o menos mi caballero?-, me inquirió sonriendo, - bueno estoy cerca de los setenta le dije -, se quedó meditando unos segundos y luego me dijo que entrara al casino y preguntara por don Ruben Arriagada, Ruben Arriagada repetí por lo bajo, aún está vivo este cretino me dije a mí mismo y me alegré una enormidad por la noticia. Me llevaron a una oficina y ahí me lo encontré sentado detrás de un escritorio haciendo las veces de tesorero. Cuando me vio aparecer en el umbral de la puerta, se quedó como petrificado unos segundos, seguramente recordaba mi rostro a pesar de los años, pero no lograba recordar mi nombre, mal que mal hacía mas de treinta años que no nos veíamos, luego se puso de pie en forma automática y se abalanzó sobre mí abriendo los brazos al tiempo que me decía con el asombro dibujado en su cara, “como estay po cauro lucho” ¿ que vientos te traen por acá?. Nos saludamos con un fuerte abrazo y luego cerró la puerta y nos sentamos a charlar, estuvimos por largo recordando viejos tiempos, de los buenos y también de los mas o menos, luego me dio algunos datos de mi familia, me dijo que mi hermana se había ido hacia mucho tiempo a la ciudad de los Angeles y nunca mas había vuelto por esos contornos, también me dijo que mi hermano había muerto hacia unos 20 años envuelto en una riña callejera, la verdad es que nunca tuve noticias de esa tragedia y la noticia buena que me alegró el alma, fue que sabía de mi hija, que estaba bien y que tenía su dirección.
- ¿Entonces la encontró?, ¿estuvo con ella?- le interrogué sin poder disimular mi expectación.
El hombre hizo una breve pausa y luego continuó como si no me hubiera escuchado- me dijo que él estaba viviendo en un departamento en Camilo Olavarría y que ella vivía con su marido en el edificio de al frente, que la veía casi todos los días cuando salía de compras, que tenía dos hijos hombres y que estos eran adultos ya. Casi me volví loco de felicidad y me dispuse a ir a visitarla, sin sospechar lo que me esperaba, esa noche me hospedé en una pensión aquí en el centro y me quedé dormido pensando en como sería el encuentro con ella. Al día siguiente me presenté como al mediodía en su departamento, bien cacharpeado y bien afeitado, no sabes el nerviosismo y la ansiedad que sentí mientras esperaba que me abriera la puerta, estaba un poco preparado para una reprimenda, yo sabía que me la tenía bien merecida, pero no dimensionaba ni remotamente un recibimiento así, tan, tan...
En ese momento mi amigo Luis, porque yo a esa altura ya lo consideraba un amigo, se quebró y las lagrimas rodaron espontáneas por sus mejillas, el llanto incontenible desbordó su atormentado espíritu y amenazó con mantenerse en el tiempo, y todo su cuerpo comenzó a agitarse como si de pronto hubiera sido invadido por un monstruo invisible que lo zamarreaba, y no había nada que yo pudiera hacer para calmarlo, yo sabía que cualquier cosa que le dijera en ese momento no le serviría de consuelo, seguramente pensé, lo sucedido en casa de su hija debe haber sido demasiado fuerte para el. Una señora, de edad indefinida, se acercó con un enorme vaso de agua con azúcar, se lo pasó y se quedó a su lado acariciándole sus blancos cabellos sin decir nada, no sé de donde apareció pero parecía entenderlo todo, me dio la impresión de estar observando a una madre consolando a su hijo, poco a poco el anciano se fue calmando, cuando se sintió un poco mas repuesto le dio las gracias a la señora, esta se marchó tal como había llegado, y el reanudó su relato.
- no es necesario que siga atormentándose- le dije conmocionado pero él insistió.
Cuando me abrió la puerta me preguntó quien era y que quería, cuando le dije quien era la expresión de su rostro cambió, me dijo que su padre había muerto para ella hacia mucho tiempo, que no me atendería y que por favor me retirara, cuando traté de explicarle, lo en realidad inexplicable, me dijo que ya era demasiado tarde para dar explicaciones, que no quería saber nada de mi y me cerró la puerta en la cara, no tuve mas remedio que retirarme del lugar con un dolor inmenso en mi corazón y con el llanto bordeando mi rostro, pero no la culpo, toda la responsabilidad es mía, pero imagínate, viajar miles de kilómetros para recibir un portazo en el rostro nada menos que por tu propia hija, no es algo que se vea todos los días ¿no?
No, pero tampoco todos los días un padre se evapora por mas de 30 años y después aparece como diciendo aquí te las traigo Pedro- le repliqué esbozando una leve critica.
Lo sé, lo sé, - balbuceó- bueno, creo que me lo tengo bien merecido, pero por lo menos tuve la dicha de verla, aunque fuera por unos minutos y en esas condiciones, por lo menos sé que está bien y con eso debo conformarme- terminó diciendo exhalando un suspiro
¿Que piensa hacer ahora?- le interrogué cambiando un poco de tema
Mañana mismo me voy a primera hora a Bélgica, ya no me queda nada mas que hacer por acá- me contestó sin entusiasmo y con el semblante sombrío
¿Pero por que no se queda unos días, aprovechando que estamos en verano?
¿Que saco con quedarme?, no conozco casi a nadie, está todo tan cambiado, me siento como un afuerino, como un extranjero, imagínate, me siento como un extraño en mi propia tierra y además está el dolor, este inmenso nuevo dolor, no, no puedo quedarme.
Dicho esto se puso de pie, se sacudió un poco la ropa, se despidió calurosamente de mí agradeciéndome por haberlo escuchado y se marchó raudo con paso firme.
Dos semanas mas tarde, cuando ya me había olvidado del asunto, apareció nuevamente, esta vez venía acompañado de un muchachito de unos diez años, de cabello castaño revuelto.
¿Y usted que anda haciendo por estos lados, yo me lo imaginaba en Bélgica?- le interrogué sorprendido
Encontré a mi nieto- me respondió guiñándome un ojo.
¿Cómo es eso, se puso en la buena con su hija?- le inquirí esperanzado de que así hubiera ocurrido.
El anciano mandó al niño a comprarse un helado, esperó que se alejara un poco y luego me dijo con voz tranquila y un semblante reposado que denotaba que la calma había vuelto a su espíritu.
- Cuando nos despedimos ese día, me fui a almorzar al mercado, al edificio nuevo que hay acá y allí divise a este mozalbete pidiendo monedas en las mesas, la señora que me atendió me dijo que el muchacho era huérfano, que su madre había muerto en un incendio que se había producido en su casa en la Colonia, que de su padre nunca se había sabido nada y que tampoco tenía mas hermanos. También me dijo que un matrimonio que vivía en el cerro Merkín el cual era amigo de su madre, se había hecho cargo de él, pero que el muchacho no tenía mucho futuro ahí, debido a que sus tutores eran alcohólicos, ambos tomaban mucho y no se preocupaban demasiado de el y por eso, él tenía que salir a mendigar por las calles. Por otra parte me confidenció que su madre, la cual trabajaba en los proyectos y con la cual había conversado en mas de una oportunidad, siempre le decía al muchacho que su abuelo, el cual se había embarcado hacía muchísimos años, algún día vendría a buscarlos y se los llevaría lejos a ambos.
Te prometo que esta confidencia la tomé como un regalo de Dios, como si él me estuviera brindando una segunda oportunidad para reivindicarme, era lo que necesitaba para alivianar la pesada carga que sentía en mi alma, así que no la pensé dos veces y me decidí a ayudarlo, le pregunté a mi confidente por el nombre del pequeñuelo y el de su madre, el de su abuelo ella no lo sabía, “ pero que importa me dijo, tal vez el nunca existió, quizás era solo un invento de ella para consolarlo y darle esperanza de que algún día quizás, la fortuna cambiaría para ellos”. Si, tal vez halla sido así, le dije y luego me despedí de ella rápidamente y salí tras el muchacho que abandonaba el lugar.
- ¡hey, Rodrigo¡- le grité acercándome apresuradamente y cuando este se volteó, añadí con los brazos abiertos -¿ es que acaso no te acuerdas de mí?
El muchachito me miró un instante dubitativo y luego me respondió moviendo la cabeza
No, no me acuerdo, no sé quien es usted.
¡Soy tu abuelo Rodrigo!, ¡he venido a buscarte!- le dije un tanto emocionado por la situación. El pequeñuelo se quedó unos segundos paralizado mirándome con tamaños ojos, luego dio un salto de alegría y se abalanzó sobre mí gritando a los cuatro vientos mi abuelo, mi abuelo, luego me abrazó con una fuerza que yo jamás pensé que podría tener un niño de su edad, mientras repetía sin cesar con el llanto brotando a borbotones de sus ojos, ¡mi abuelo!, ¡mi abuelo ha venido a buscarme!, ¡has venido a buscarme abuelíto!
Desde ese momento no nos separamos mas, lo llevé a la pensión donde yo me alojaba y le arrendé una habitación, conversé con sus padres adoptivos, los cuales estuvieron de acuerdo de que yo me hiciera cargo de él, y en estas dos semanas he hecho todo lo necesario para obtener toda la documentación correspondiente, la cual me entregan mañana y de ahí nos vamos a Bélgica. Haré todo lo humanamente posible para que él tenga la mejor educación y sea un hombre de bien el día de mañana, ojalá un profesional y si me toca abandonar este mundo antes. Dejaré todo en orden para que otras personas se encarguen de guiarlo y supervisar sus estudios
¿Se refiere a sus hijos Belgas?
En parte sí, y a otras personas también.
Me alegro que haya encontrado la forma de recuperar su estado anímico, lo veo mucho mas repuesto, con mas ganas de vivir y con una mentalidad positiva- le dije alegrándome de veras de verlo con otro ímpetu.
Gracias- me respondió- por lo mismo no quise irme sin despedirme de ti, has tenido la amabilidad de escucharme. Y también para pagarte el libro porque el otro día con todo el barullo que armé me olvidé de hacerlo.
Ah, “El Ultimo Grumete de la Baquedano”- recordé - a propósito- le interrogué -¿ cual era la similitud de esa historia con la suya?
En realidad- me respondió mirando al pequeñuelo que regresaba sirviéndose el helado- a esta altura bien poca.
¡Oiga! Antes que se vaya quiero hacerle una ultima pregunta, ¿ qué pasó con los cigarros, no lo he visto fumar ninguno en todo este rato?
Lo dejé- me contestó con una sonrisa- ahora tengo que cuidarme mas, tengo una larga tarea por delante. Dicho esto se despidió de mí afectuosamente y comenzó a alejarse tomado de la mano del muchacho, caminó unos pasos y se detuvo, se volteó y me preguntó a la distancia.
¿ Cómo te llamas amigo?, ¿ no sé tu nombre?
Roberto Cáceres- respondí
Roberto Cáceres, nos vemos amigo Roberto, no me olvidaré de ti, adiós- se despidió nuevamente y reanudó su andar acompañado de su nuevo hijo, ambos eran tan distintos, pertenecientes a generaciones tan alejadas en el tiempo, uno con un horizonte cerca del eclipse y el otro empezando a vivir, pero ahí iban los dos en busca de su destino, un destino que vislumbré, promisorio para ambos, para uno, era el despertar a un mundo de fantasía tantas veces soñado y para el otro, era el quemar la última etapa de su vida disfrutando los atardeceres, viendo crecer la hierba y el corretear de las aves, con el alma henchida de relajo y el espíritu complaciente y somñoliento
Todo Tiempo Pasado fue Mejor
Por Noah lial
Son las cuatro de la tarde salgo de mi casa pensando en el pasado,
presente el cual en realidad no existe por que al pensar en esto en un segundo mas cera pasado. Llego a la casa de mi abuela, mi curiosidad por saber del pasado me impulso a preguntar - ¿Cómo era coronel en el pasado? -. Ella empezó a relatar todo lo que su ya gastada memoria recordaba.
-En el tiempo pasado donde todo era mejor, la mayoría de los padres de familia se desempeñaban en los únicos dos trabajos, la mina y la pesca.
Yo vivía al frente de la linia del tren, mas al centro donde todos nos reuníamos sin conocernos, sin cruzar ninguna palabra, donde somos uno mas del montón, “el centro de coronel” al lado del actual mercado estaba la majestuosa estación de trenes, donde llegaba mercadería de otros lugares, donde empezaban nuevas vidas en un lugar desconocido.-
Mi curiosidad por saber que paso me lleva a decir -¿Qué a pasado con ella?-, la respuesta no me dejo conforme. Mi abuela me dijo -actualmente hay un taller mecánico y estacionamiento-. Pienso ¿por que no lo reconstruyeron e hicieron un museo? ¿Por que? Me pregunto reiteradas veces.
Me interrumpe la continuidad de la historia, mi abuela dice -mi padre era minero obviamente trabajaba en la mina de Schwager, para llegar a su esforzado trabajo el como la mayoría de las personas de esta ciudad tenían que cruzar el actual cerro obligado de hay su nombre, por obligación los trabajadores de aquella mina, tenia que cruzar ese cerro para legar a tiempo a su única fuente de sustento.
Todos los mineros se levantaba cuando la luna reinaba en el cielo, todavía oscuro iluminado escasamente por algunas estrellas.
Tomaban el guameco en el llevaban la charra y el manche y empezaban a
caminar asta su trabajo, cuando el sol empezaba a asomarse tímidamente por un extremo del planeta, caminaban incansablemente por los desconocidos caminos del cerro, se juntaban con sus compañeros de trabajo y hablaban de las carencias de vida, se introducían por sendas desconocidas todo por legar a tiempo a su único trabajo.
Al llegar su trabajo y casi en el acto tomaban sus implementos, el casco, las rodilleras, la pala, y la picota. Bajaban a lo mas profundo de la tierra donde el sol no se atreve a tocar por miedo a lo desconocido, en lo mas profundo donde el espacio es escaso y el preciado oxigeno muy poco con espacio solo para mover la picota y extraer el en ese entonces preciado mineral llamado comúnmente “carbón”.
No conocían el día, no sabían que era el sol ya que salían de sus trabajos cuando la luna ya estaba impresa en el oscuro cielo.
En plena oscuridad volvían a sus casa sin miedo a la trágica noche, sabiendo que al llegar a sus hogares estarán esperándolos sus hijos e esposa para descansar en sus humildes y escasos bienes.
Ellos se esforzaban por sus familias con escasos conocimiento sus hijos solo aprendían a leer y escribir y por causas de fuerza mayor específicamente la economía de su hogar a los escasos diez años los hombrecitos de la familia tenían que trabajar e incluso siendo el único sustento, ya que sus padres avían muerto en algún derrumbe de la mina o afiliados por el temible gas grisú, fueron tiempos de esfuerzo.-
Interrumpe un golpe era mi tía que tocaba la puerta, al entrar pregunta -¿de que hablan?- mi abuela respondió - del pasado - yo le pregunto sin rodeos ¿tía como era Coronel cuando usted tenia menos edad?.
Ella me responde -yo tendría unos escasos ocho años yo me escapaba unos
minutos de mi casa para mirar el azul y hermoso mar de los rojas, miraba los barcos único sustento de algunas familias, que pescaban sin parar, el producto que obtenían se vendía en instantes.
La gente bajaba a jugar con sus hijos en una arena limpia en un mar sin contaminación con espacios gigantes se respiraba tranquilidad, después de un tiempo aparecieron las pesqueras prometiendo mas empleo para la gente de coronel, lo único que hicieron fue contaminar el mar ahora esta lleno de grasa y la arena de desperdicios. Los lindos y elegantes barcos artesanales de los que quedan escasos ejemplares fuero remplazados por barcos industriales que cual mostró araza y devora todo lo que tiene viva que el majestuoso mar nos regala.
En el centro de coronel funcionaba imponente el cine al lado de la antigua selecta.-
Pienso el cine todavía esta pero ¿por que no pasan películas de estreno? la población de coronel iría, recuperaríamos lo único que nos va quedando de ese coronel antiguo, no me gustaría que corriera la misma suerte que la estación de trenes.
Interrumpe mi reparador pensamiento el sonido del celular, contesto, era mi madre, que me pide volver a casa.
Son las diez de la noche ya saciada por completo mi curiosidad por saber del pasado me aqueja una inquietud de inseguridad del futuro. Que será de lo poco que nos queda del centro de coronel, que será del escaso bosque que queda en el cerro que retrocede cada ves mas por miedo a la civilización.
Miro desde la cancha lo nuevo de la civilización, un nuevo caso de
inconsciencia justificada por la economía y bien de la ciudad, el nuevo cañón de la termoeléctrica, si uno ase suficiente daño cono para matar unos cuantos arbolitos que nos brindan oxigeno sin pedirnos nada a cambio, como será ese daño multiplicado en dos los escasos y temblorosos arbolitos con sus hojas tapadas de ceniza sin podrán captar la luz del sol.
“dios quera que esto no suceda.”
No quiero ver a coronel lleno de Exmo. ., sin un árbol o con algunos
sobrevivientes de esa especie y con nada que nos recuerde quienes somos,
quienes fuimos, que es o que fue coronel.
“solo vive el presente como cada segundo de tu vida aunque este no exista,
cuidemos lo que es nuestro.”
El Olvido
Por Palokari
Este es el cuento de don Samuel, un empeñoso minero de la zona,
conocido por los pocos amigos que uno se hace en la vida ,bueno a él todos
le dicen el santo, Un hombre humilde, dedicado a su familia y su trabajo, la
mina. Camina por las calles de Coronel siempre sonriente, una estela de
alegría le acompaña, y va regalando su sabiduría de hombre viejo por todos
lados.
Nunca se le ve en lugares típicos que frecuentan los trabajadores mineros,
ya sea cerca de jaranas o casas de remoliendas, el es más sabio, y con un
gran respeto a lo divino. Su único afán era mantener a su negra feliz y
protegida, el mismo se había hecho la rancha que habitaban, y tenía a su fiel
perro, el “cholo”, salían juntos a todos lados.
Bueno esta demás decir lo que es don Samuel porque le conoceréis tal como
es en este cuento…….
Salía a las cinco de la madrugada, cada día de su hogar cerca de la subida
del cerro obligado. Su meta era estar listo a las cinco y treinta, para
encaminarse a puchoco, su destino era forrar de gruesos tallos la forma interior
de la mina.
-¡Pa que mis hermanos no se accidenten! –decía
El vivía su pega, como se ama al pan amasado cada tarde, a la orilla de las
negras cocinas, en esos días cuando el viento y la lluvia eran fuertes he
interminables. En la misma estufa que se secan los húmedos ropales de
minero viejo.
Era feliz, porque la negra le había dao un crio y todo su esfuerzo, su
penuria, la hacía con más cariño, porque algún día su cria, seria un gigante.se
le veía en los ojos rojizos de humo, al encender la fogata, estaba contento y
nadie en el mundo era más feliz que el mismo.
-¡No importa vieja! –le decía a su mujer.
Sumida en sus avatares, de compañera, de sumisa viajera de la misma ruta.
-¡No te preocupís vieja!-
-¡Este nos hará salir de la pobreza!-
Y por eso luchaba el viejo, cortaba con furia los gruesos troncos del bosque
cerca de patagual, caminaba largas horas bajo la incesante lluvia con los
gruesos troncos en el apenas protegido hombro, y se los vendía a los patrones,
troncos que el mismo tenía que ubicar dentro de las galerías de la mina, para ir
dando seguridad al avance de los demás mineros.
Era tal su empeño, que le daba vida, quién más que el podría enfrentarse
ante un gigantesco eucaliptus para derribarlo.
La vieja en la casa se preocupaba del niño, con harapos muchas veces se
bestian,no había plata y muchas veces ni las fichas alcanzaban.
Así fue creciendo el alma de esta casa, lejos del bullicio de el centro de
Coronel, no, no había tiempo para mostrar miseria, solo luchar por el niño.
-Mi guacho –le decía el-
Mientras lo miraba acurrucarse en el seno de su madre, los ojos brillosos
parecían hablar y le tomaba su pequeña mano con la suya gigantesca y negra
dura como la vida misma.
-Vos no tenis que ser minero-
Le pusieron David, por la fe, porque le tenían miedo a diosito, eran gente
buena, en playa negra tenían conocidos, y llevaban al niño a pasearlo, la doña
aprovechaba sus visitas para vender su pancito y sus tortillas, veces salía a
sacar chuchitas por Maule para aderezar la receta de sus tortillas.
-¡Este es mi hijo el Davicito!-
-Mi viejo se saca la mugre por el –
-El no quiere que sea minero-
Decía la vieja mientras hablaba de su hijo, él que corría por las
negras arenas, a lo lejos se veían los trabajadores de la ballenera y un sinfín
de botecitos cerca de la orilla, se dibujaba la silueta de una ciudad, tras la
espesa humareda de las chimeneas.
-¡No, si, no se la ganan en la pelota!- continuaba la negra.
- ¡Y chutea fuerte! -
- ya lo verá no más mija -
- Este ta’ pa cosas grandes -
Don Samuel se hizo conocido y fuerte en la pega, era el mas agerrido, mas
de alguno recibió una buena paliza de parte del obrero.
-¡Yo me cuido po - decía
Era un tipo tranquilo, no le gustaba la camorra y por eso se defendía.
Una vez un patrón le dijo.
-¡usted es solo un empleado mas. Haga lo que le dicen y apúrese!!-
Y el resignado lo hacía, por el bien del niño.
- El será grande -
- El nos sacara de la pobreza -
La vieja se hizo su fiel colaboradora, se fue a vender sus tortillas a Laraque
hay ya estaban las mujeres de otros mineros luchando por el pan, así se hizo
amiga de ellas y olvidaba hablar de su retoño.
- Mi hijo ya esta grande -
- Y le gusta la política y el dibujo -
- Es bueno pa eso, mi viejo se saca la mugre por el, solo quiere verlo grande -
Samuel se fue perdiendo en su pega, muriendo cada tarde con el cansancio
en las entrañas, tanta negrura, tanto polvo oscuro, tanta piedra que no dejaba
avanzar lo miraba el capataz de puchoco y decía.
- Al santo ya hay que cambiarlo -
- Hay que buscar uno más joven -
El era santo, porque fue bueno, porque hizo su pega y no se metió en
cahuines ,siempre ayudaba a sus vecinos y estaba dispuesto a prestar una
mano por eso le decían el santo a don Samuel.
Pero la mina ya no era buena con él, se contentaba los días de pago, pa salir con el crio, a la feria, o a la plaza.
-Vamos a buscar a tu mama a, Colcura -
Le decía, porque la vieja no se cansaba de trabajar.
- Por mi viejo, por mi David -
- El nos sacara de la pobreza -
Y llegaba el viejo Samuel con el crio en los hombros, y el David corría a los
brazos de la vieja rojiza de tanto verano.
- ¡ Ya no quedan tortillas, las vendí todas mijo!-
- Pero ya no nos vamos a ir caminando, ni en carreta -
- Ahora esperamos el micro, ve mijo, ahora nos vamos en micro…!!-
El tiempo pasa, como así la vida y el camino que se va construyendo en
ella misma, la vida del minero se va apagando como los viejos chonchones que
iluminan sus mediaguas, un día se supo que el santo había partido a
descansar con el taita de arriba. Una fila de amigos acompañaba al joven
David y a su madre, pero, en estos fríos inviernos de tierras mineras esto era
una costumbre mas y nadie se preocupaba del cortejo, más que preguntar.
-¿y quién es el difunto?-
Así paso el tiempo, David se fue a Santiago a terminar sus estudios, conoció
otra gente un mundo nuevo ,la gran ciudad se abrió como un baúl lleno de
riquezas ante sus ojos, esto mismo hizo que se olvidara de sus orígenes, de los
lugares de su niñez, jamás volvió a el sur, se supo que se caso y tubo hijos.
De la negra se supo que vivía solo de la caridad de los vecinos, ya no había
fuerzas para amasar ni para caminar.
-ya volverá mi David mijita, no ve que él es un niño bueno, el me sacara de mi pobreza.-
Decía la negra, mientras caminaba lentamente y se perdía entre la
muchedumbre y el bullicio de un creciente coronel.
Al Calor del Chinchorro
_ Un día decidí no entrar a clases. En ese tiempo estudiaba en el Liceo A 49 de Coronel
y me parece que estaba en el Tercero H, o en el Cuarto C. No me acuerdo mucho. La
cuestión era que desde el inesperado cierre de la mayor crisis en 1994 de las minas de carbón de Schwager, tu abuelo, o sea, mi Padre, después de quedar cesante y sufrir un duelo perpetuo que nunca logró superar, porque no sabia hacer otra cosa más que trabajar en ese fondo oscuro del corazón de la tierra extrayendo incansablemente toneladas y toneladas de ese mismo carbón que ahora se esta quemando en nuestra vieja cocina de ladrillos…
_ Pero papá, mi mamá siempre te ha dicho que no uses más carbón, porque contaminas toda la casa y las de los vecinos también.
_ ¡Ya ya esta bien!, pero no me interrumpas, después vemos eso. Como te decía, yo creo que tu abuelo se trastorno de la mente y su frágil corazón no soportó más la vida entorno a una reconversión laboral que nunca aceptó y entendió de las autoridades de aquel entonces, por eso pienso que tu abuelo falleció de tristeza…
_ ¿Las personas se pueden morir de tristeza, papá?
_ ¡Por supuesto hijo! Entonces como no entré a clases, ese día seguí a tu abuelo desde que salió muy temprano de la casa, para ver dónde iba y qué hacia durante todo el tiempo. A mi mamá y a mi hermana nos preocupaba mucho el comportamiento extraño de tu abuelo, porque cuando regresaba a casa, llegaba todo cochino, hediondo, hambriento y tiritando de frío. Según él, su apariencia se debía a su nuevo trabajo, lo cual nunca nos decía de que se trataba y menos donde laboraba.
A pesar de todo lo que pasamos con tu abuelo, nunca nos faltó en la mesa el sabroso pan minero que hacia tu abuelita, o sea, mi Mamá, el viejo amaba su familia, amaba su lindo pueblo de Coronel, y por sobre todo, añoraba las costumbres que se perdieron
1 cuando cerraron las minas, porque era más barato apensionar a los mineros que, mantener a un alto costo las instalaciones y producción de una empresa que ya no daba utilidades… ¿Qué te decía?
_ ¡Que mi abuelito llegaba hediondo!
_ ¡Ah claro! Imagínate lo desquiciado que estaba tu abuelo, ya que, cuando escuchaba la sirena de los bomberos a cualquier hora, él se levantaba si es que era de madrugada y corría como un loco por toda la casa buscando su charra, su casco y su ropa de minero para irse a la mina. Yo despertaba del puro alboroto que había y algo alcanzaba a oír entre tantas carreras: “Laura, donde están mis cosas, voy a llegar tarde al primer turno. No voy a alcanzar a tomarme el harinao, pero prepárame el manche de siempre”. “Pero viejo, acuéstate esa sirena es de los bomberos, debe haber algún incendio por ahí, además, hace más de un año que cerraron las minas”. Te prometo hijo que era desgarrador ver como mi papá se desangraba en lagrimas y destrozaba sus puños en el piso que tanto le costo construir. Al final, todos llorábamos con él, consolándolo y cuidándolo ante cualquier aviso de incendio.
_ Papá, estas llorando como yo cuando anoche me dolía mi cabeza, ¿También te duele?
_ No mi pequeño, no me duele… me duele el corazón por tu abuelito, él no alcanzó a conocerte y ver lo hermoso que eres.
_ ¡Esta bien, esta bien!, sigue contándome entonces ¿Qué paso cuando seguiste al abuelo ese día?
_ De acuerdo. Iba de tras de él como a
2 orilla de la playa, se despojó de casi toda su ropa que guardó en su vieja mochila de lona. En seguida caminó hacia unos requeríos, observó para todos lados y cuando estuvo seguro que nadie lo estaba mirando (excepto yo), extrajo un chinchorro…
_ ¿Un chinchorro?
_ ¡Sí! Es un fierro largo que en su extremo esta soldado un círculo de fierro también donde cuelga una malla fina de nylon para atrapar cualquier cosa. En este caso… ya lo sabrás. Hasta en ese momento aun no entendía nada de lo que estaba haciendo tu abuelo. Pero luego cuando se metió a pies pelados, a esa hora, con ese frió al agua y llevando ese extraño aparato, pensé que el viejo iba a pescar (valga la redundancia) pescados. Yo estaba angustiado, inquieto porque mi papá miraba las pequeñas olas que salpicaban sus rodillas sin moverse con el chinchorro apuntando hacia todos lados. De pronto, hundió la malla completamente bajo el agua, la sacó, corrió hacia otra ola, la hundió nuevamente hasta que se le hizo muy pesada, hasta agotar sus fuerzas. Acto seguido se encaramó el chinchorro en uno de sus hombros con mucha dificultad para llevarlo a unos pocos pasos de la orilla Lo dejo caer y vació su contenido. ¿Qué crees qué era lo que saco del agua?
_ ¡Obvio pues papá… pescados!
_ ¡Te equivocas! Al igual como yo me equivoqué. El contenido que comenzó a juntar en la arena, era carbón, puro carbón.
_ ¡Que loco mi abuelo!
_ ¡Eso mismo me dije! Estuvo toda la mañana entrando y saliendo del mar, casi no descansaba. Nunca, pero nunca había visto algo parecido a lo que estaba haciendo tu abuelo, o a alguien tan solitario y tan esforzado en una de nuestras playas de arenas negras como el mismo carbón que estaba apilando en una sola ruma.
La marea sin aviso se tornó peligrosa. Las aguas espumosas estaban subiendo sin
3 control rápidamente hasta el punto de alcanzar la ruma. Tu abuelo se metió corriendo al agua para sacar un poco más de carbón. Castigaba el chinchorro abruptamente entre las olas grises que ya le llegaban hasta su cintura. De pronto, una inmensa ola lo atrapó y lo sumergió completamente. Ola tras ola que venía lo arrastraba más hacia adentro. Tu abuelo ya estaba inconciente. Así que, no se como salí de mi escondite gritando “papá, papá”, pero tu abuelo no me escuchaba, ni las gaviotas que estaban allí me escuchaban, el ruido de las olas golpeando las orillas eran ensordecedor. No recuerdo como me saqué casi toda la ropa. Me apresuré a ayudarlo y todavía inconciente lo arrastré hasta la arena seca gritándole que despertara. Su cuerpo estaba morado y sus músculos se movían involuntariamente. Le cambié su ropa mojada, lo abrigué con la mía sin preocuparme si yo tenía frío o no. Finalmente despertó y se asustó al verme ahí. Yo lloraba y maldecía, más maldecía de rabia por no entender por qué mi papá había llegado a esto. Pegué un tremendo grito, ahí las gaviotas me escucharon, apreté mis puños de 15 años, tomé el chinchorro y como un loco me arrojé gallardamente sin miedo al agua para terminar lo que había empezado tu abuelo. Ese mismo valor imagino tuvo cuando Galvarino con todo su coraje ofreció su cabeza después que le cortaran sus manos aquí cerca en Lagunillas. Claro que yo me ofrecí a quitarles el preciado tesoro que habían descubierto don Matías Cousiño y don Federico Schwager.
La marea me mostraba sus dientes y reforzaba sus filas con olas tras olas. Yo empalaba el chinchorro dando gritos incongruentes, incrustándolo en las olas para llenarlo… de nada. A cada nuevo intento, menos comprendía lo que estaba haciendo. Después de un rato, me rendí, o mejor dicho, el frío me rindió y comencé a reírme y tu abuelo se reía conmigo. Era increíble, había olvidado lo hermoso que era mi padre cuando su sonrisa invadía todos los espacios de nuestra casa. De hecho, tú te ríes como él, por eso tu abuela te adora, porque le recuerdas que su esposo aun sigue con nosotros.
4 _ Ahora entiendo a mi abuelita cuando me dice: “Haber esa sonrisita de viejito”. Pero papá, déjame entender algo, el abuelo pedía limosnas o no.
_ ¡Jamás lo hizo! Le pedí tantas veces que me perdonara por lo que había pensado de él que, me da vergüenza de sólo recordarlo.
_ ¿Y entonces?
_ Bueno, cuando paramos de reírnos me contó todo lo que hacia con ese carbón de piedra que contaminaba las playas de estas ciudades, pero a la vez estaba allí listo para ser sacado gratuitamente y venderlo por sacos a aquellas personas que a diario visitaba. También me contó que antes de trabajar en las minas, él era un Chinchorrero. Un trabajo duro, bruto a costa de su propia salud, porque en sus hombros cargaba los sacos caminando por varios kilómetros sin importar cuanto se tardara en llegar a sus destinos. Aquella vez, le ayude a transportar varios de esos sacos, y créeme que no fue nada fácil para mí. Le prometí que no le diría nada a la mamá si me dejaba ayudarlo cuando no tuviera clases. El viejo era orgulloso, porfiado y me dio un sermón que no te imaginas, de esos que los padres le dicen a sus hijos que no sean iguales a ellos. Aceptó de todas formas, pero me hizo prometer que primero que nada estaban los estudios. Y así fue, cumplimos nuestras promesas al pie de la letra, aunque lo más divertido de todo era cuando llegábamos a la casa después de nuestro trabajo secreto, porque siempre nos pillaba mi mamá entrando por la puerta trasera: “Ya vienen llegando el parcito de cochinos y hediondos a chiquero. Si parecen Chinchorreros los perlas”.