Por Palokari
Este es el cuento de don Samuel, un empeñoso minero de la zona,
conocido por los pocos amigos que uno se hace en la vida ,bueno a él todos
le dicen el santo, Un hombre humilde, dedicado a su familia y su trabajo, la
mina. Camina por las calles de Coronel siempre sonriente, una estela de
alegría le acompaña, y va regalando su sabiduría de hombre viejo por todos
lados.
Nunca se le ve en lugares típicos que frecuentan los trabajadores mineros,
ya sea cerca de jaranas o casas de remoliendas, el es más sabio, y con un
gran respeto a lo divino. Su único afán era mantener a su negra feliz y
protegida, el mismo se había hecho la rancha que habitaban, y tenía a su fiel
perro, el “cholo”, salían juntos a todos lados.
Bueno esta demás decir lo que es don Samuel porque le conoceréis tal como
es en este cuento…….
Salía a las cinco de la madrugada, cada día de su hogar cerca de la subida
del cerro obligado. Su meta era estar listo a las cinco y treinta, para
encaminarse a puchoco, su destino era forrar de gruesos tallos la forma interior
de la mina.
-¡Pa que mis hermanos no se accidenten! –decía
El vivía su pega, como se ama al pan amasado cada tarde, a la orilla de las
negras cocinas, en esos días cuando el viento y la lluvia eran fuertes he
interminables. En la misma estufa que se secan los húmedos ropales de
minero viejo.
Era feliz, porque la negra le había dao un crio y todo su esfuerzo, su
penuria, la hacía con más cariño, porque algún día su cria, seria un gigante.se
le veía en los ojos rojizos de humo, al encender la fogata, estaba contento y
nadie en el mundo era más feliz que el mismo.
-¡No importa vieja! –le decía a su mujer.
Sumida en sus avatares, de compañera, de sumisa viajera de la misma ruta.
-¡No te preocupís vieja!-
-¡Este nos hará salir de la pobreza!-
Y por eso luchaba el viejo, cortaba con furia los gruesos troncos del bosque
cerca de patagual, caminaba largas horas bajo la incesante lluvia con los
gruesos troncos en el apenas protegido hombro, y se los vendía a los patrones,
troncos que el mismo tenía que ubicar dentro de las galerías de la mina, para ir
dando seguridad al avance de los demás mineros.
Era tal su empeño, que le daba vida, quién más que el podría enfrentarse
ante un gigantesco eucaliptus para derribarlo.
La vieja en la casa se preocupaba del niño, con harapos muchas veces se
bestian,no había plata y muchas veces ni las fichas alcanzaban.
Así fue creciendo el alma de esta casa, lejos del bullicio de el centro de
Coronel, no, no había tiempo para mostrar miseria, solo luchar por el niño.
-Mi guacho –le decía el-
Mientras lo miraba acurrucarse en el seno de su madre, los ojos brillosos
parecían hablar y le tomaba su pequeña mano con la suya gigantesca y negra
dura como la vida misma.
-Vos no tenis que ser minero-
Le pusieron David, por la fe, porque le tenían miedo a diosito, eran gente
buena, en playa negra tenían conocidos, y llevaban al niño a pasearlo, la doña
aprovechaba sus visitas para vender su pancito y sus tortillas, veces salía a
sacar chuchitas por Maule para aderezar la receta de sus tortillas.
-¡Este es mi hijo el Davicito!-
-Mi viejo se saca la mugre por el –
-El no quiere que sea minero-
Decía la vieja mientras hablaba de su hijo, él que corría por las
negras arenas, a lo lejos se veían los trabajadores de la ballenera y un sinfín
de botecitos cerca de la orilla, se dibujaba la silueta de una ciudad, tras la
espesa humareda de las chimeneas.
-¡No, si, no se la ganan en la pelota!- continuaba la negra.
- ¡Y chutea fuerte! -
- ya lo verá no más mija -
- Este ta’ pa cosas grandes -
Don Samuel se hizo conocido y fuerte en la pega, era el mas agerrido, mas
de alguno recibió una buena paliza de parte del obrero.
-¡Yo me cuido po - decía
Era un tipo tranquilo, no le gustaba la camorra y por eso se defendía.
Una vez un patrón le dijo.
-¡usted es solo un empleado mas. Haga lo que le dicen y apúrese!!-
Y el resignado lo hacía, por el bien del niño.
- El será grande -
- El nos sacara de la pobreza -
La vieja se hizo su fiel colaboradora, se fue a vender sus tortillas a Laraque
hay ya estaban las mujeres de otros mineros luchando por el pan, así se hizo
amiga de ellas y olvidaba hablar de su retoño.
- Mi hijo ya esta grande -
- Y le gusta la política y el dibujo -
- Es bueno pa eso, mi viejo se saca la mugre por el, solo quiere verlo grande -
Samuel se fue perdiendo en su pega, muriendo cada tarde con el cansancio
en las entrañas, tanta negrura, tanto polvo oscuro, tanta piedra que no dejaba
avanzar lo miraba el capataz de puchoco y decía.
- Al santo ya hay que cambiarlo -
- Hay que buscar uno más joven -
El era santo, porque fue bueno, porque hizo su pega y no se metió en
cahuines ,siempre ayudaba a sus vecinos y estaba dispuesto a prestar una
mano por eso le decían el santo a don Samuel.
Pero la mina ya no era buena con él, se contentaba los días de pago, pa salir con el crio, a la feria, o a la plaza.
-Vamos a buscar a tu mama a, Colcura -
Le decía, porque la vieja no se cansaba de trabajar.
- Por mi viejo, por mi David -
- El nos sacara de la pobreza -
Y llegaba el viejo Samuel con el crio en los hombros, y el David corría a los
brazos de la vieja rojiza de tanto verano.
- ¡ Ya no quedan tortillas, las vendí todas mijo!-
- Pero ya no nos vamos a ir caminando, ni en carreta -
- Ahora esperamos el micro, ve mijo, ahora nos vamos en micro…!!-
El tiempo pasa, como así la vida y el camino que se va construyendo en
ella misma, la vida del minero se va apagando como los viejos chonchones que
iluminan sus mediaguas, un día se supo que el santo había partido a
descansar con el taita de arriba. Una fila de amigos acompañaba al joven
David y a su madre, pero, en estos fríos inviernos de tierras mineras esto era
una costumbre mas y nadie se preocupaba del cortejo, más que preguntar.
-¿y quién es el difunto?-
Así paso el tiempo, David se fue a Santiago a terminar sus estudios, conoció
otra gente un mundo nuevo ,la gran ciudad se abrió como un baúl lleno de
riquezas ante sus ojos, esto mismo hizo que se olvidara de sus orígenes, de los
lugares de su niñez, jamás volvió a el sur, se supo que se caso y tubo hijos.
De la negra se supo que vivía solo de la caridad de los vecinos, ya no había
fuerzas para amasar ni para caminar.
-ya volverá mi David mijita, no ve que él es un niño bueno, el me sacara de mi pobreza.-
Decía la negra, mientras caminaba lentamente y se perdía entre la
muchedumbre y el bullicio de un creciente coronel.
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