viernes, 31 de julio de 2009

El León Humano


Autor: Periza
Día jueves, ese primer jueves del esplendoroso verano del año 1954, nos juntamos los niños amigos del barrio de una media de trece años de edad, a escuchar a don Carlitos, un vecino antiguo minero del carbón:
- Chiquillos, les voy a contar un cuento.
“Cuando yo tenía su edad, un grupo de amigos del vecindario nos organizamos para planificar una excursión anual hacia los cerros colindantes con nuestra querida población Pedro Aguirre Cerda, de Villa Mora.
“Llegamos al siguiente acuerdo: primero, nombrar al guía. Se acordó que éste sería el mayor de todos y conocedor de los Cerros de Lukatá la Laguna Quiñenco. Además de ser experto en la recolección de los frutos de la época: avellanas, murtilla, maqui y chupones.
“En segundo lugar, cada uno debía llevar un tarro duraznero vacío, un lulo de pan, queso, té, azúcar, harina tostada, una frazada y, ni por nada del mundo olvidar los fósforos. La partida sería el día viernes a las cinco horas de la mañana.
“ A las cuatro de la mañana del día señalado, empezamos a reunirnos y a las cinco y media iniciamos la marcha hacia el Lukatá por el camino de La Peña, precioso lugar en cuyo pozón nos bañamos después del partido de fútbol en la entonces famosa Cancha de Yobilo (llamada también en forma humorística La Cancha del Bollo)
“ Llegamos al lugar y los primero que hicimos fue construir una ramada que sería nuestro refugio hasta el día lunes.
“El grupo subió a explorar el terreno para ubicar los lugares donde ubicaríamos los frutos de la estación. De ese modo ganábamos tiempo para que, al volver al otro día, sólo tuviéramos que llenar nuestros canastos.
“En eso estábamos cuando algo llamó nuestra atención: debajo de uno de los avellanos, muy cercano a los maquis, sobresalía una enorme huella de animal, parecida al rastro que deja la planta de un gato gigante. Se notaba en ella unas enormes garras.
“A coro gritamos : -¡El lión, aquí anda el lión!- y una transpiración helada cubrió nuestro cuerpos.
“- No tengan miedo- dijo José, el jefe de la expedición- el león nunca ataca al hombre de frente y jamás ataca de día.-
“ – Pero, si no ataca de día, con seguridad nos atacará de noche-, dijo el Negro Miguel.
“Esa reflexión nos hizo odiar la noche y preguntamos: si ataca de noche, con qué nos vamos a defender, sabíamos que el león tiene miedo al fuego. Así, lo primero que hicimos al llegar a nuestra morada, fue hacer una gran fogata. Pusimos a hervir el agua, tomamos un jarro de café y el Negro Miguel se ofreció de voluntario para cuidar el campamento.
“Estábamos tan cansados que nos quedamos profundamente dormidos.
“Aquí cabritos viene lo bueno del cuento.
“En medio de nuestro profundo sueño, un tremendo golpe y un horrible gemido proveniente del río nos hizo gritar:-¡El lión, cabros!.
“ Nos levantamos rápidamente tratando de arrancar, pero José gritó: -¡cabros, cabros, el león no ataca de frente, tome cada uno una rama encendida y vamos al río a ver si el león está allí, porque siempre bajan a tomar agua de noche –
“ Si ustedes supieran cómo tiritábamos, nuestros cuerpos parecían verdaderas gelatinas, ya veíamos al león tirándose encima y atravesándonos con sus enormes colmillos.
“Seguimos hacia el río y cuál no sería nuestra sorpresa al verificar que el mentado león era sólo el guardabosques que, en estado de ebriedad, se había caído del caballo al agua y gritaba desaforadamente, que lo desengancháramos una de una de sus piernas que había quedado enganchada en uno de los estribos.
“José, después de solucionar el problema del guardabosques, dijo: - miren cabros, la clase de león que encontramos.
“- ¡Bravo, bravo!-, gritó Miguel con una sonrisa de oreja a oreja – el león humano que nos fue a asustar!.

No hay comentarios:

Publicar un comentario