viernes, 31 de julio de 2009
De ayer, hoy y mañana
Por René Escárate
El hombre se detuvo en mi pequeño puesto de revistas y libros usados y me consultó si tenía el libro “El ultimo grumete de la Baquedano”, recordé que tenía uno por ahí, lo busqué y se lo alcancé, lo tomó, y se quedó mirando unos momentos la portada que estaba bastante descolorida.
Está bastante trajinado ya, si quiere le puedo hacer un buen precio para que lo lleve- le dije utilizando mi archirrepetida técnica para lograr una venta cada vez que esta se vislumbraba probable. El sujeto se sonrió levemente sin decir nada y sin despegar la vista del libro. Se trataba de un tipo alto, fornido, de gruesos mostachos de color blanco al igual que su larga cabellera, que descansaba en un moño que le llegaba hasta los hombros, le calculé unos 65 años, pero con una energía en sus movimientos de un hombre diez años más joven.
¿ A leído este libro por casualidad?- me interrogó de pronto alzando la vista.
No, no lo he leído, pero el otro día vi la película en la tele- le respondí
Si pero no es nunca lo mismo- me contestó un poco desalentado
¿Por qué razón me lo pregunta?- le inquirí intrigado
No, no es nada importante- me respondió tratando de restarle importancia al asunto
Pero ya me había entrado el bichíto de la curiosidad y como siempre me pasaba en estos casos, quise indagar mas sobre el tema, sospechando que el hombre tenía una historia mas que interesante que contarme.
Si me preguntó si había leído el libro es por algo, seguramente su historia tiene algún significado para usted, o le trae algún recuerdo- insistí
El hombre me quedó mirando unos instantes, como meditando la respuesta, luego se decidió y me dijo dejando traslucir cierto cansancio en sus palabras.
no mi amigo, no quiero aburrirlo con mis historias de hombre viejo
no se preocupe, no me aburriré, todo lo contrario estoy expectante por escuchar lo que tenga que decirme- le respondí con ávido interés
El sujeto comenzó a juguetear con sus mostachos un tanto dubitativo, parecía estar ordenando sus ideas, recordando todo desde el principio, tuve la impresión de que su mente vagaba por un pasado bastante lejano, luego se sentó a mi lado, me estrechó su diestra y me dijo:
- La verdad es que mi historia es bastante larga y me gustaría comenzar por el principio, ¿ no sé si usted tendrá tiempo para escucharme?
Tengo todo el día disponible, salvo cuando llegue algún cliente, así que no se preocupe- le respondí sonriendo.
Bueno, en realidad mi historia tiene cierto parecido con la del libro. Mi nombre es Luis Ojeda, nací hace casi 70 años en la población el Faro en el pueblito de Schwager, mi padre como muchos hombres de la zona, trabajaba como barretero en la mina, tuve dos hermanos, un hombre y una mujer y yo era el conchito, pero como mi padre era alcohólico, no fui como se acostumbra el regalón de la casa, todo lo contrario, desde muy pequeño, después que salía de la escuela, acompañaba a mi madre al tumbadero a buscar carbón, el cual separábamos de la tosca y luego se lo vendíamos a un hombre que venía todos los días con un camión a comprar lo que lográbamos reunir; allí nos juntábamos con otras familias que también andaban en lo mismo, ya que los puntales de la casa tenían el mismo problema del trago. La empresa del carbón nos proporcionaba a las familias de los mineros, la vivienda, la luz, el agua y el gas pero siempre había necesidades urgentes que atender, ya que mi padre tomaba mucho y su responsabilidad con la casa era bastante precaria, estando ya un poco más crecido dejé los estudios y comencé a trabajar en la venta de pescado por las calles de Coronel. Cuando mi hermana cumplió los 18 años, se casó y se fue de la casa, mi hermano por su parte ingresó a la mina, (la cual nunca me gustó, prefiero ser marino le decía a mi padre cuando este me conminaba a trabajar en ella) y también cayó en el tema del alcoholismo, “ Hay que tomar vinito tinto con harina, pa votar el carboncillo de los pulmones” decían y se mandaban los huascazos.
Cuando cumplí los veinte años me casé, tuve una hermosa hija, a la cual llamamos Catalina, mientras seguía en la venta de pescado, negocio que en ese entonces era bastante rentable y me alcanzaba para sobrevivir, pero yo quería algo mas, quería ser otra cosa, pero con el estudio que tenía, segundo humanidades en esa época, a bastante poco podía aspirar, fue por ese tiempo, en el año 62 si mal no recuerdo que Un día llegó un amigo a visitarme, el cual trabajaba de marino mercante y me comunicó que en un barco carguero, el”Alborada” necesitaban un cocinero con cierta experiencia.
Pero yo no tengo experiencia gueonó, apurao le he ayudado a mi vieja a pelar papas- le respondí un tanto desconcertado, pero él me contestó que fuera a probar suerte no mas, “lo que se necesita para esto es audacia y decisión, allá les mentís un poco no mas y listo, como sabís si le pegaí el palo al gato” me dijo, la verdad fue que no la pensé mucho, agarré papa y partí apresuradamente pa lo Rojas, me presenté ante los mayorengos con tanta suerte que sin mucho tramite me contrataron como ayudante de cocina, lo cual me vino de perillas para ir ganando experiencia, corría el mes de Octubre del año 62 y yo con 22 años a cuestas y en forma casi imprevista comencé a navegar por el litoral, recorrí todos los puertos del norte en los cuales descargábamos carbón Ahí me cambió la vida en todo sentido, se me terminaron de un paraguazo los problemas económicos. El anciano suspiraba y le brillaban los ojos de emoción al recordar aquellos, seguramente momentos sublimes, aquél pasado dorado de su vida, la mañana transcurría lentamente, era día domingo y la gente concurría un poco mas tarde de lo normal a hacer las compras del día, el verano estaba en su apogeo y los turistas hacían sentir su presencia en las calles luciendo trajes livianos, gafas y grandes sombreros playeros.- tiempo después, cerca de un año mas tarde- continuó- estando yo en Mejillones, me embarqué en el Arkansas un carguero norteamericano que transportaba cobre a su país y a Europa, ahí conocí prácticamente todos los puertos del mundo, las ciudades mas famosas como París, Roma, Berlín y Londres, en esos tiempos gané y derroché bastante dinero, es que uno cuando es cauro como que se encandila con las maravillas que hay en el mundo.
Y todo eso solamente con octavo básico en el cuerpo- lo interrumpí sonriendo levemente.
Con segundo humanidades, así suena mejor- me corrigió- la verdad es que tuve bastante suerte, aunque para ser sincero, en esos años no era tan necesario que uno tuviera mucho estudio, bastaba saber algo que fuera de utilidad en la nave, un poco de suerte, y un espíritu emprendedor y aventurero a toda prueba. Cada dos meses mas o menos retornaba a Chile, a mi querido Coronel y por supuesto a Schwager mi añorado terruño. Visitaba a mi madre y al resto de mi familia y aparte de dejarles dinero les traía siempre algún engañito a cada uno, a mi esposa que vivía con mi hijíta en Coronel junto a sus padres, les hice construir una hermosa casa en el inmenso patio que tenían estos en santa Elena. Así transcurrió mi vida, plácidamente por algún tiempo, pasaron los años, y los pocos días que pasaba con mi familia los disfrutaba al máximo, sobre todo con mi esposa y mi hija, pero como todo lo bueno no es eterno, de un día para otro todo eso cambió, todo se derrumbó como quién echa abajo una muralla, fue como entrar de rompe y raja en las profundidades de una pesadilla, de esas que no puedes despertar, y de las que cuesta una eternidad sustraerse.
En esta parte del relato la expresión de su rostro cambió, la chispa que brotaba de su semblante desapareció, hizo una pausa, tosió un poco seguramente producto de la carraspera que le provocaba el cigarro, que a todo esto iba como en el quinto o sexto ya y luego continuó.
Un día nos llamó el capitán, a mí y a otros tripulantes chilenos, nos encontrábamos en el puerto de Brujas, en Bélgica, a bordo del Dunquérque, un carguero francés que desplazaba mas de 50 mil toneladas. Nos dijo con una seriedad desacostumbrada en él y que nosotros captamos inmediatamente que se trataba de malas nuevas, de que en Chile se estaba produciendo en esos momentos un golpe militar bastante serio y que por las informaciones que se manejaban, no había seguridades para nadie, y por lo tanto si alguno de nosotros no deseaba seguir a bordo, (debido a que el barco zarparía en pocos días con destino de Caldera), el lo entendería. En ese minuto se me vino el mundo abajo, me negaba a creer que fuera cierto lo que acababa de oír, estuve meditando largo rato la situación y luego llegué a la conclusión de que en ese estado de cosas, yo no podía volver al país ya que en mis años mozos me había inscrito en un partido de izquierda, y aunque nunca había participado en nada contingente, estimé que era demasiado riesgoso volver, así que renuncié a mi trabajo por primera vez en casi doce años y junto con otros dos tripulantes, abandonamos el buque y quedamos varados en tierra, ahí comenzó mi calvario y desde ese día perdí de vista a mi familia, el contacto se hizo extremadamente difícil e incluso para enviar dinero era complicado porque no había ninguna seguridad que llegara al destino deseado. Con mis dos coterráneos nos fuimos a una pensión de segunda clase ubicado en un suburbio de la ciudad, a esperar nuevas noticias con la esperanza de que todo se solucionara pronto y por si salía algo de pega, no puedo explicarte lo que sufrimos esos meses y el hecho de no saber nada de nuestros familiares era algo difícil de sobrellevar, por otra parte el dinero comenzaba a agotarse mientras languidecíamos de ansiedad en un país extraño. Hasta que por fin cuando ya los recursos se extinguían, saltó la liebre y nos embarcamos en un carguero de poco tonelaje, que hacia trayectos mas que nada en puertos de Europa, en donde ganaba menos dinero pero por lo menos tenía un trabajo. Como dominaba un poco el idioma francés me estacioné en Amberes, segunda ciudad de Bélgica. Me encantó echar raíces allí porque quedaba cerca de todo, estaba a 40 minutos en auto de Bruselas y a dos horas del puerto de Brujas. Poco a poco me fui habituando a mi nueva vida, como así mismo y aunque paresca extraño, el dolor que sentía por no ver a mi familia poco a poco se fue suavizando, sobretodo después de conocer a Florentina, una dama de origen francés, 10 años menor que yo, nos llevábamos de maravilla, era una mujer muy virtuosa, sensata e inteligente, y todavía no puedo explicarme como un hombre de modales rústicos como yo con una educación tan exigua, pudo conquistar a una mujer tan fina, con gustos tan refinados y con una espiritualidad tan inmensa. La conocí a finales del año 75, ella trabajaba de cajera en un restorant en Bruselas y desde el primer día que la vi quedé deslumbrado por su belleza, me enamoré perdidamente y comencé una nueva vida
¿Que pasó con su familia aquí en Chile, volvió a saber de ellos?- le pregunté un tanto desconcertado.
El hombre suspiró profundamente mientras le daba una larga pitada a su enésimo cigarrillo, lanzó una ligera mirada a su entorno como buscando la respuesta en él, ya que al parecer el mismo no la tenía muy clara, tiró la colilla, la cual aplastó con cierta rudeza con un zapato como queriendo darme a entender que le incomodaba la pregunta, luego me respondió con voz apagada y quejumbrosa.
- mi padre murió el año 72 de un paro cardiaco, alcancé a venir a su funeral, mi madre lo hizo el 77 luego de padecer una larga enfermedad, hasta el día de hoy me arrepiento por no haber estado en sus exequias, pero no me atreví a venir, creo que fui un cobarde, Con respecto a mi esposa y mi hija, me porté mal, como un canalla, como nunca hubiera pensado comportarme así, en los primeros años mandé dinero como pude en algunas ocasiones, lo hice sin mucho entusiasmo, casi como por obligación, luego me enteré por algunos amigos marineros que encontré en el camino, que mi hija se había casado tempranamente y que se había ido de la casa, también me dijeron que mi esposa había iniciado una nueva vida con otro hombre, ahí me di por enterado que se había cortado el último vestigio, el ultimo lazo que pudiera haber quedado entre ambos, y no supe mas de ellos.
Bueno entonces no debiera sentirse tan culpable después de todo, yo creo que ambos, fueron mas que nada víctimas de una circunstancia que escapaba a su control, como debe haberles sucedido a tantos otros –le dije tratando de animarlo
Tal vez, puede ser, realmente no lo sé.
Bueno, ¿ pero dígame entonces? ¿qué pasó con Florentina? su otra pareja, ¿tuvo hijos con ella? ¿vive aún con ella en Bélgica?
No, ya no, pero te sigo contando- me dijo con tono melancólico- nos fuimos a vivir a Amberes a una hermosa casa que compramos entre ambos, ella siguió trabajando de cajera en el restorant y yo en lo mío, tuvimos dos hijos Luis Alberto y Cristina y vivimos felices por muchos años, no puedes imaginarte lo felices que fuimos, recorrimos toda Europa, nos dimos todos los gustos que una de familia de clase media se puede dar.
- ¿me imagino que sus hijos deben ser adultos ya, todos unos profesionales?
- Correcto, gracias a Dios pudimos darles una buena educación, ella es enfermera universitaria, está casada y vive con su marido en Amsterdam Holanda y mi hijo trabaja en la marina mercante Belga, está soltero aún y vive en Bruselas, en el año 92 me jubilé y Florentina lo hizo un par de años mas tarde así que imagínate lo que fue nuestra vida a partir de ese momento.
¿Cómo pudo pensionarse allá, usted es chileno?- le inquirí ignorante
bueno, lo que pasa es que me nacionalicé belga, tengo cédula de identidad y documentos de ese país- me contestó sonriendo levemente por mi ignorancia, luego sacó su billetera y me enseñó sus papeles
¿Qué sucedió con su esposa, se separó o?- le pregunté atolondradamente casi sin pensar
El anciano suspiró profundamente, era indudable que esa pregunta le provocaba un gran dolor, me arrepentí de haberle preguntado algo así y de esa manera tan brusca.
-El año pasado le detectaron un cáncer hepático - empezó diciendo- del cual no se pudo recuperar, duró tres meses y luego falleció en mis brazos- me respondió un tanto desconsolado y con una rebelde lagrima resbalándose por una de sus tostadas mejillas, luego añadió con cierto pesimismo- como puedes ver mi vida es una desgracia, todo lo bueno que consigo, se desvanece entre mis manos.
No lo creo tan así, yo lo veo de esta manera, si su pareja a partido es porque le había llegado su hora, es la ley de la vida tarde o temprano tenemos que dejar este mundo, y además aún le quedan sus hijos, ¿los ve de vez en cuando no?
Si de vez en cuando vienen a verme y Cristina me trae a mis nietos que son unos adolescentes ya, tal vez tengas razón, quizás no todo a sido tan malo para mí, tengo una excelente pensión allá, una amplia casa de dos pisos con todas las comodidades necesarias, tengo una empleada que me atiende, en fin tal vez deba conformarme con lo que tengo y no ser tan desagradecido de dios, pero tu no sabes lo que es pasar largas jornadas en soledad en una casa inmensa, viviendo de recuerdos, eso te mata mas que cualquier otra cosa.
¿Me imagino que su venida a Chile tiene que ver en parte con la soledad que siente?- le interrogué pecando nuevamente de entrometido
Si, algo de eso hay, cuando falleció Florentina la soledad comenzó a abrumarme, entonces empecé a pensar en mis raíces, yo sabía que mis padres habían muerto hacía bastantes años ya, pero aún quedaban mi hermano, mi hermana y mi hija Catalina
¿Pero por que nunca vino a visitarlos antes?, la democracia llegó el año 90, ya no tenía ninguna excusa ni nada que temer, incluso creo que hasta pudo haber venido un poco antes.
- la verdad es que no tengo una respuesta clara para eso, me olvidé de ellos no mas, inicié una nueva vida en Europa y el pasado como que se volatilizó en mi mente, y ahora no sabes lo que me arrepiento, no sabes lo que me cuestiono todos los días por mi manera de actuar, pienso que fui bastante egoísta, hasta el día de hoy me analizo y no le encuentro una explicación razonable a mi comportamiento, pero este verano me decidí a venir, a enfrentar lo que fuera, quería saber algo de lo que queda de mi familia, sobretodo saber de mi hija, después de tantos años me bajaron unas ganas locas de verla, de saber como estaba, y de ayudarla si necesitaba algo.
¿Y que pasó, la encontró?
Cuando llegué hace unos días atrás, me fui directo al lugar donde vivía con sus abuelos antes que se casara, donde yo había construido la casa allá en Santa Elena. La vivienda estaba casi igual que la ultima vez que estuve ahí, pero había otros dueños y nadie conocía a mi hija y de mi ex esposa dijeron que lo ultimo que supieron de ella, era que se había ido a vivir a Chillan, no estuve mas de 15 minutos allí porque los recuerdos comenzaron a inundarme y un nudo comenzó a apretarme la garganta.
El hombre hizo una pausa mientras encendía otro cigarrillo, al tiempo que yo atendía unos clientes, lo observé ligeramente, estaba mirando al piso pensativo con su mano izquierda apoyándose el mentón mientras aspiraba el humo, tuve la sospecha de que, lo que me iba a decir a continuación, era tanto o más desolador que lo anterior, lo peor de todo era que de alguna manera me estaba traspasando su dolor, me estaba inyectando con una jeringa invisible, parte de su desconsuelo, pero quería seguir escuchándolo, quería saber todo hasta el final por muy triste que fuera y al parecer el también quería contármelo todo, porque en ningún momento hizo amago de irse, todo lo contrario, estaba instalado ahí, en ese rincón, a un costado de mi puesto, estático, como pegado al piso, como un mueble viejo que se deja por ahí y no se mueve, hasta que alguien se acuerda de él y lo traslada. Era indudable que el hombrón necesitaba desahogarse con alguien, para alivianar un poco su pesada carga emotiva, carga que no le dejaba respirar con tranquilidad, ver el azul del cielo, ni el planear de las gaviotas, y había encontrado en mi, tal vez en su opinión, a un buen receptor.
De ahí me fui a Schwager, - continuó- mi viejo y querido terruño en donde corretié tantas veces por sus cerros con otros mozalbetes de mi edad, estaba bastante cambiado todo, mucho mas crecido pero aún quedaban rasgos de aquella época, viejos edificios que marcaron mi niñez y sobretodo mi adolescencia, como por ejemplo el gimnasio, del cual solo quedan sus paredes exteriores en pie, como mudos testigos de tantas jornadas alegres que viví en su interior, fue allí donde conocí a Lucía, mujer que a la postre se convertiría en mi esposa, en un baile organizado por la compañía de bomberos, recuerdo nítidamente esa noche, como olvidarla, la amenizaba la orquesta “los Murciélagos” y se bailaba al ritmo del cha, cha, cha y de la guaracha, las jornadas de basquetball y de boxeo también eran sublimes en ese lugar, la parroquia en donde hice mi primera comunión, como olvidarla, me alegré de verla aún incólume, el economato, el viejo economato, en esa época era como falabella, tenía de todo y los mineros compraban ahí sus mercaderías con fichas si mal no recuerdo, ahora en su añoso interior existe un negocio de abarrotes, que en realidad es como un saludo a la bandera hacía esa época, también pude comprobar con suma tristeza, que algunas estructuras ya no existen como tales, fueron derribadas, como es el caso del cine, cuantas matinée vi allí creo que nunca lo sabré, otro edificio que ya no está es mi escuelita, mi vieja escuela 14,al parecer fue trasladada a otro lugar, los pabellones donde vivíamos tampoco están, también fueron derribados y en su lugar se erigieron otras edificaciones, en fin, te juro que me sentí un poco abrumado al recordar tantas vivencias en esas fantasmales construcciones. Luego me dirigí al barrio donde vivía pero tampoco encontré a nadie, había casas nuevas con rostros nuevos y hasta casi te diría que me miraron como bicho raro, me dijeron eso si que por lo que sabían, la mayoría los antiguos lugareños habían muerto, que solo quedaban dos o tres de ellos viviendo en las cercanías y que probablemente podría ubicar a alguno en el Club deportivo Arauco.- ¿Como todavía existe el club Arauco?- pregunté sorprendiéndome gratamente.- Si solo que ahora lo cambiaron de lugar, se encuentra ubicado ahí en medio de los departamentos – me respondió uno de mis interlocutores. Me despedí rápidamente de ellos agradeciéndoles la información y encaminé mis pasos hacia ese lugar, por el bullicio que salía desde su interior, no me costó nada encontrar la sede, entré por una puerta lateral, y me encontré con una multitud de parroquianos que presenciaban la disputa de un partido de rayuela, entre el equipo local y uno visitante, la algarabía que había era descomunal y los simpatizantes de cada equipo, celebraban los puntos de los suyos ruidosamente y acompañaban sus vítores bebiendo vino tinto y del otro. Desafortunadamente no vi a nadie que me resultara conocido, la mayoría de los que allí se encontraban no superaban los cincuenta años. Un hombre de cabello y barba blanca pero joven aún que al parecer las oficiaba de arbitro, se me acercó y me preguntó si buscaba a alguien, “si le respondí, busco a algún socio pero de los más antiguos, ojalá cercano a mi edad,” -¿ qué edad tiene usted mas o menos mi caballero?-, me inquirió sonriendo, - bueno estoy cerca de los setenta le dije -, se quedó meditando unos segundos y luego me dijo que entrara al casino y preguntara por don Ruben Arriagada, Ruben Arriagada repetí por lo bajo, aún está vivo este cretino me dije a mí mismo y me alegré una enormidad por la noticia. Me llevaron a una oficina y ahí me lo encontré sentado detrás de un escritorio haciendo las veces de tesorero. Cuando me vio aparecer en el umbral de la puerta, se quedó como petrificado unos segundos, seguramente recordaba mi rostro a pesar de los años, pero no lograba recordar mi nombre, mal que mal hacía mas de treinta años que no nos veíamos, luego se puso de pie en forma automática y se abalanzó sobre mí abriendo los brazos al tiempo que me decía con el asombro dibujado en su cara, “como estay po cauro lucho” ¿ que vientos te traen por acá?. Nos saludamos con un fuerte abrazo y luego cerró la puerta y nos sentamos a charlar, estuvimos por largo recordando viejos tiempos, de los buenos y también de los mas o menos, luego me dio algunos datos de mi familia, me dijo que mi hermana se había ido hacia mucho tiempo a la ciudad de los Angeles y nunca mas había vuelto por esos contornos, también me dijo que mi hermano había muerto hacia unos 20 años envuelto en una riña callejera, la verdad es que nunca tuve noticias de esa tragedia y la noticia buena que me alegró el alma, fue que sabía de mi hija, que estaba bien y que tenía su dirección.
- ¿Entonces la encontró?, ¿estuvo con ella?- le interrogué sin poder disimular mi expectación.
El hombre hizo una breve pausa y luego continuó como si no me hubiera escuchado- me dijo que él estaba viviendo en un departamento en Camilo Olavarría y que ella vivía con su marido en el edificio de al frente, que la veía casi todos los días cuando salía de compras, que tenía dos hijos hombres y que estos eran adultos ya. Casi me volví loco de felicidad y me dispuse a ir a visitarla, sin sospechar lo que me esperaba, esa noche me hospedé en una pensión aquí en el centro y me quedé dormido pensando en como sería el encuentro con ella. Al día siguiente me presenté como al mediodía en su departamento, bien cacharpeado y bien afeitado, no sabes el nerviosismo y la ansiedad que sentí mientras esperaba que me abriera la puerta, estaba un poco preparado para una reprimenda, yo sabía que me la tenía bien merecida, pero no dimensionaba ni remotamente un recibimiento así, tan, tan...
En ese momento mi amigo Luis, porque yo a esa altura ya lo consideraba un amigo, se quebró y las lagrimas rodaron espontáneas por sus mejillas, el llanto incontenible desbordó su atormentado espíritu y amenazó con mantenerse en el tiempo, y todo su cuerpo comenzó a agitarse como si de pronto hubiera sido invadido por un monstruo invisible que lo zamarreaba, y no había nada que yo pudiera hacer para calmarlo, yo sabía que cualquier cosa que le dijera en ese momento no le serviría de consuelo, seguramente pensé, lo sucedido en casa de su hija debe haber sido demasiado fuerte para el. Una señora, de edad indefinida, se acercó con un enorme vaso de agua con azúcar, se lo pasó y se quedó a su lado acariciándole sus blancos cabellos sin decir nada, no sé de donde apareció pero parecía entenderlo todo, me dio la impresión de estar observando a una madre consolando a su hijo, poco a poco el anciano se fue calmando, cuando se sintió un poco mas repuesto le dio las gracias a la señora, esta se marchó tal como había llegado, y el reanudó su relato.
- no es necesario que siga atormentándose- le dije conmocionado pero él insistió.
Cuando me abrió la puerta me preguntó quien era y que quería, cuando le dije quien era la expresión de su rostro cambió, me dijo que su padre había muerto para ella hacia mucho tiempo, que no me atendería y que por favor me retirara, cuando traté de explicarle, lo en realidad inexplicable, me dijo que ya era demasiado tarde para dar explicaciones, que no quería saber nada de mi y me cerró la puerta en la cara, no tuve mas remedio que retirarme del lugar con un dolor inmenso en mi corazón y con el llanto bordeando mi rostro, pero no la culpo, toda la responsabilidad es mía, pero imagínate, viajar miles de kilómetros para recibir un portazo en el rostro nada menos que por tu propia hija, no es algo que se vea todos los días ¿no?
No, pero tampoco todos los días un padre se evapora por mas de 30 años y después aparece como diciendo aquí te las traigo Pedro- le repliqué esbozando una leve critica.
Lo sé, lo sé, - balbuceó- bueno, creo que me lo tengo bien merecido, pero por lo menos tuve la dicha de verla, aunque fuera por unos minutos y en esas condiciones, por lo menos sé que está bien y con eso debo conformarme- terminó diciendo exhalando un suspiro
¿Que piensa hacer ahora?- le interrogué cambiando un poco de tema
Mañana mismo me voy a primera hora a Bélgica, ya no me queda nada mas que hacer por acá- me contestó sin entusiasmo y con el semblante sombrío
¿Pero por que no se queda unos días, aprovechando que estamos en verano?
¿Que saco con quedarme?, no conozco casi a nadie, está todo tan cambiado, me siento como un afuerino, como un extranjero, imagínate, me siento como un extraño en mi propia tierra y además está el dolor, este inmenso nuevo dolor, no, no puedo quedarme.
Dicho esto se puso de pie, se sacudió un poco la ropa, se despidió calurosamente de mí agradeciéndome por haberlo escuchado y se marchó raudo con paso firme.
Dos semanas mas tarde, cuando ya me había olvidado del asunto, apareció nuevamente, esta vez venía acompañado de un muchachito de unos diez años, de cabello castaño revuelto.
¿Y usted que anda haciendo por estos lados, yo me lo imaginaba en Bélgica?- le interrogué sorprendido
Encontré a mi nieto- me respondió guiñándome un ojo.
¿Cómo es eso, se puso en la buena con su hija?- le inquirí esperanzado de que así hubiera ocurrido.
El anciano mandó al niño a comprarse un helado, esperó que se alejara un poco y luego me dijo con voz tranquila y un semblante reposado que denotaba que la calma había vuelto a su espíritu.
- Cuando nos despedimos ese día, me fui a almorzar al mercado, al edificio nuevo que hay acá y allí divise a este mozalbete pidiendo monedas en las mesas, la señora que me atendió me dijo que el muchacho era huérfano, que su madre había muerto en un incendio que se había producido en su casa en la Colonia, que de su padre nunca se había sabido nada y que tampoco tenía mas hermanos. También me dijo que un matrimonio que vivía en el cerro Merkín el cual era amigo de su madre, se había hecho cargo de él, pero que el muchacho no tenía mucho futuro ahí, debido a que sus tutores eran alcohólicos, ambos tomaban mucho y no se preocupaban demasiado de el y por eso, él tenía que salir a mendigar por las calles. Por otra parte me confidenció que su madre, la cual trabajaba en los proyectos y con la cual había conversado en mas de una oportunidad, siempre le decía al muchacho que su abuelo, el cual se había embarcado hacía muchísimos años, algún día vendría a buscarlos y se los llevaría lejos a ambos.
Te prometo que esta confidencia la tomé como un regalo de Dios, como si él me estuviera brindando una segunda oportunidad para reivindicarme, era lo que necesitaba para alivianar la pesada carga que sentía en mi alma, así que no la pensé dos veces y me decidí a ayudarlo, le pregunté a mi confidente por el nombre del pequeñuelo y el de su madre, el de su abuelo ella no lo sabía, “ pero que importa me dijo, tal vez el nunca existió, quizás era solo un invento de ella para consolarlo y darle esperanza de que algún día quizás, la fortuna cambiaría para ellos”. Si, tal vez halla sido así, le dije y luego me despedí de ella rápidamente y salí tras el muchacho que abandonaba el lugar.
- ¡hey, Rodrigo¡- le grité acercándome apresuradamente y cuando este se volteó, añadí con los brazos abiertos -¿ es que acaso no te acuerdas de mí?
El muchachito me miró un instante dubitativo y luego me respondió moviendo la cabeza
No, no me acuerdo, no sé quien es usted.
¡Soy tu abuelo Rodrigo!, ¡he venido a buscarte!- le dije un tanto emocionado por la situación. El pequeñuelo se quedó unos segundos paralizado mirándome con tamaños ojos, luego dio un salto de alegría y se abalanzó sobre mí gritando a los cuatro vientos mi abuelo, mi abuelo, luego me abrazó con una fuerza que yo jamás pensé que podría tener un niño de su edad, mientras repetía sin cesar con el llanto brotando a borbotones de sus ojos, ¡mi abuelo!, ¡mi abuelo ha venido a buscarme!, ¡has venido a buscarme abuelíto!
Desde ese momento no nos separamos mas, lo llevé a la pensión donde yo me alojaba y le arrendé una habitación, conversé con sus padres adoptivos, los cuales estuvieron de acuerdo de que yo me hiciera cargo de él, y en estas dos semanas he hecho todo lo necesario para obtener toda la documentación correspondiente, la cual me entregan mañana y de ahí nos vamos a Bélgica. Haré todo lo humanamente posible para que él tenga la mejor educación y sea un hombre de bien el día de mañana, ojalá un profesional y si me toca abandonar este mundo antes. Dejaré todo en orden para que otras personas se encarguen de guiarlo y supervisar sus estudios
¿Se refiere a sus hijos Belgas?
En parte sí, y a otras personas también.
Me alegro que haya encontrado la forma de recuperar su estado anímico, lo veo mucho mas repuesto, con mas ganas de vivir y con una mentalidad positiva- le dije alegrándome de veras de verlo con otro ímpetu.
Gracias- me respondió- por lo mismo no quise irme sin despedirme de ti, has tenido la amabilidad de escucharme. Y también para pagarte el libro porque el otro día con todo el barullo que armé me olvidé de hacerlo.
Ah, “El Ultimo Grumete de la Baquedano”- recordé - a propósito- le interrogué -¿ cual era la similitud de esa historia con la suya?
En realidad- me respondió mirando al pequeñuelo que regresaba sirviéndose el helado- a esta altura bien poca.
¡Oiga! Antes que se vaya quiero hacerle una ultima pregunta, ¿ qué pasó con los cigarros, no lo he visto fumar ninguno en todo este rato?
Lo dejé- me contestó con una sonrisa- ahora tengo que cuidarme mas, tengo una larga tarea por delante. Dicho esto se despidió de mí afectuosamente y comenzó a alejarse tomado de la mano del muchacho, caminó unos pasos y se detuvo, se volteó y me preguntó a la distancia.
¿ Cómo te llamas amigo?, ¿ no sé tu nombre?
Roberto Cáceres- respondí
Roberto Cáceres, nos vemos amigo Roberto, no me olvidaré de ti, adiós- se despidió nuevamente y reanudó su andar acompañado de su nuevo hijo, ambos eran tan distintos, pertenecientes a generaciones tan alejadas en el tiempo, uno con un horizonte cerca del eclipse y el otro empezando a vivir, pero ahí iban los dos en busca de su destino, un destino que vislumbré, promisorio para ambos, para uno, era el despertar a un mundo de fantasía tantas veces soñado y para el otro, era el quemar la última etapa de su vida disfrutando los atardeceres, viendo crecer la hierba y el corretear de las aves, con el alma henchida de relajo y el espíritu complaciente y somñoliento
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